Apunte

Salario mínimo, cabezonería y reforma laboral

La verdadera batalla llegará (si llega) al abordar cambios en la regulación del mercado de trabajo

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Agustí Sala

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Cuesta entender que se pueda subir el sueldo de los empleados públicos el 0,9% y no el salario mínimo interprofesional (SMI), que protege a quienes carecen de convenio colectivo, unos dos millones de trabajadores. Ciertamente vivimos un momento delicado. Cuando muchos negocios apenas cuentan con ingresos o los han visto reducirse de forma drástica no parece el mejor momento para elevar sus costes. Pero también ha crecido la desigualdad con la crisis del coronavirus. Todos los argumentos son válidos y, a la vez, enfrentados dentro de un mismo Gobierno. Es lo que tiene un Ejecutivo en coalición.

No es de extrañar que surjan tensiones --la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, pidiéndole al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que no sea "cabezota"--. Pasa en las mejores familias. Y más cuando hay necesidad de marcar perfil ideológico propio. Seguramente se hallará una fórmula que contente a todos, en especial a la 'controller' de las cuentas públicas, Nadia Calviño. Y finalmente el salario mínimo aumente en torno al 0,9% o, quién sabe si el 1,8% como las pensiones no contributivas. El verbo "bajar" queda desterrado" y "congelar" parece que también. Nadie quiere salir en la foto conjugándolos. O eso parece. Veremos.

En todo caso esta no será la cuestión de mayor enjundia. Una vez superado este listón y el de la regulación de los 'riders', por ahora encallada, llegará la hora de abordar la reforma laboral, un compromiso del acuerdo de coalición. Y ahí sí que, seguro, habrá cabezonería. De los socios 'morados' del Gobierno, de los sindicatos. Y , como no, de los empresarios, pactistas hasta ahora y que han logrado demorar toda negociación sobre este aspecto. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, cuenta en su expediente con seis acuerdos en el marco del diálogo social en menos de un año. Pero el de la reforma laboral, con cuestiones peliaguadas como la subcontratación sobre la mesa, se adivina más difícil. Por eso lo dejan para enero o febrero, aunque a algunos les gustaría dejarlo para septiembre y no sé de qué año.

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