La nota

Arnaldo Otegi y el Supremo

Fue uno de los jefes de ETA que negoció el fin de la violencia con Aznar y con Zapatero

El coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi

El coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi / periodico

Joan Tapia

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El debate de los Presupuestos, con el apoyo de Bildu, ha generado una gran polémica y ha sido estigmatizado por la derecha que afirma: con Bildu, nada. Olvida, entre otras cosas, que en Irlanda del Norte, tras el acuerdo de paz de Stormont, o sea, enterrada la violencia, se pactó un Gobierno en el que Martin McGuinness, el jefe del IRA, se convirtió en nada menos que vicepresidente. Y ETA va a hacer diez años que renunció a la violencia y dos que se autodisolvió. 

Pero no son solo los Presupuestos. Varias series de televisión han abordado también, con gran éxito de audiencia, el trágico fenómeno de ETA. Y en Catalunya el décimo libro de Antoni Batista sobre el asunto, 'ETA i nosaltres', está entre los mas vendidos. Interesante de leer porque Batista ha tenido una relación periodística fluida con personajes tan contrapuestos como Julen Madariaga, el fundador de ETA, Josu Ternera y Arnaldo Otegi por una parte y Ernest Lluch, Robert Manrique, víctima de Hipercor, y el exministro socialista Ramón Jauregui por la otra.

Ahora Batista teme que la decisión de la sala segunda del Supremo de repetir el juicio contra Otegi por el intento de rehacer Batasuna favorezca a la derecha española en su intento de demonizar a Bildu y debilitar al Gobierno de Sánchez. Pero las cosas son más complejas. El pleno de la Sala de lo Penal del Supremo ha decidido por unanimidad de sus 16 magistrados. Y no todos políticamente piensan lo mismo.

Es un asunto envenenado. La Audiencia Nacional condenó a Otegi y a Rafa Diaz Usabiaga, secretario general del sindicato Lab, a diez años de cárcel por intentar reconstituir Batasuna-ETA en el 2011. El Supremo, muy dividido, redujo la condena y el Constitucional, también muy partido, la confirmo en el 2014. Pero a finales del 2018 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dio un varapalo a España al sentenciar que el juicio de la Audiencia Nacional no cumplió los requisitos de imparcialidad por la presencia en el tribunal de una magistrada, Ángela Murillo, que había mostrado pública hostilidad hacia Otegi. Para el Supremo la decisión era complicada. O decidía celebrar un nuevo juicio -cosa kafkiana porque Otegi ya cumplió condena-, o debía declarar su inocencia, algo también espinoso. 

Para el Supremo, declarar inocente a Otegi, uno de los jefes de la organización que tanto daño hizo en Euskadi y en España, no era fácil porque matar es negar el derecho a la vida, el primero y fundamental. Pero Otegi es un político complejo. Porque fue también uno de los jefes de ETA que participó más activamente en las negociaciones de paz de la tregua Aznar-PNV de 1998, que acabó mal. Y fue fundamental en la tregua Zapatero del 2004. Mas tarde hizo que Sortu, el partido que sustituyó a Batasuna, renunciara a la violencia. ¿Es Otegi muy diferente de McGuinness que fue vicepresidente de Irlanda del Norte?

El futuro no se construye olvidando el pasado, pero tampoco mirando solo con rencor una historia que ha sido superada. El problema de Otegi es que, al contrario de lo sucedido en Irlanda, los radicales de ETA no aceptaron pactar la paz. Y acabó derrotada y teniendo que dejar las armas cuando Rubalcaba era ministro del Interior. 

Pero para la democracia española es una victoria que quienes intentaron liquidarla quieran participar ahora en la vida parlamentaria. Y nadie puede olvidar tampoco que -guste o no- Bildu, que es una coalición de partidos alguno de los cuales, como EA, nunca apoyó la violencia, es el segundo partido de Euskadi, no muy detrás del PNV.

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