Pros y contras

"Viva la gente"

Los mensajes de solidaridad universal han dado paso a la realidad: muchos países, los pobres, se quedarán sin vacuna

Un sanitario inyecta la vacuna de Pfizer a un hombre en Cardiff.

Un sanitario inyecta la vacuna de Pfizer a un hombre en Cardiff. / REUTERS

Josep Maria Fonalleras

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Mientras estábamos en la parte más oscura del túnel, cuando la solución en forma de vacuna era apenas una lucecita débil en el fondo de la cueva, los mensajes de solidaridad universal y de lucha planetaria contra el virus se impusieron. Llegaban a empalagar, incluso. Una lucha conjunta y fraternal de todo el mundo, como ocurre en las películas en que los marcianos nos atacan. La carrera por los compuestos de antígenos era una especie de confabulación mundial en la que todos los científicos trabajan codo con codo para salvar a la humanidad, no solo por una eclosión de buenos sentimientos ante la desgracia, sino porque la efectividad real de una vacuna tiene ver con el porcentaje de vacunados.

Pero las vacunas llegan y ya se empiezan a conocer las cifras reales, las que hablan de patentes y propiedades intelectuales. Es decir, de negocio. El 14% de la población tendrá al alcance el 53% de la producción, con lo cual habrá muchos países, los pobres, que se quedarán sin ella. Las farmacéuticas, en general, no pondrán al alcance de todo el mundo ni la tecnología ni el conocimiento. No sé por qué me sorprende. Los cantos de sirena humanitarios me obnubilaron