APUNTE

¿Un reino por un discurso?

El margen de maniobra de Felipe VI para expresarse es siempre minúsculo e insatisfactorio

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Jordi Mercader

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El rey de una monarquía parlamentaria no puede confiar en golpes de suerte para ganarse el respeto de sus súbditos; tampoco debería hablar demasiado, solo en episodios históricos apremiantes, efemérides y respuestas protocolarias en los agasajo gremiales. Desde su restauración democrática, la Corona española ha renunciado a moderar el funcionamiento de las instituciones y así le va. Ahora, atrapada en su peor momento de credibilidad debido al egoísmo del rey padre, no parece momento apropiado para que Felipe VI se ocupe de militares jubilados nostálgicos; no es un 23-F y los apuros dinásticos que le corroen no desaparecerán con un discurso.

Los discursos no se le dan bien. Un 3 de octubre de 2017 nos recordó la doctrina constitucional, olvidándose de mencionar el fondo del conflicto político catalán, y en marzo de 2020 quiso reconfortarnos ante la amenaza del virus, pero obsequiándonos con un discurso sin alma, corte y pega de las palabras cien veces redichas por Pedro Sánchez.

El margen de maniobra del Monarca para expresarse es siempre minúsculo e insatisfactorio. A saber: respeto a la Constitución, defensa de la unidad de España e igualdad de todos los españoles ante la ley. Felipe VI no podría deslegitimar, aunque quisiera, lo que Vox y PP proclaman cada miércoles en el Congreso por el solo hecho de ser repetido por militares sin mando en plaza; de la misma manera que debe abstenerse de criticar al Gobierno por sus pactos o a Unidas Podemos por su sueño republicano.

Además, lo que quisiéramos oír de Felipe VI es cosa del Gobierno. Defensa y el CNI deben informarnos de la relación entre proclamas de sables jubilados y estados de ánimo en bares de oficiales y patios de cuarteles, o sobre envolventes entre partidos y Ejército para hacer caer al Gobierno; Fiscalía debe investigar las sospechas de corrupción sobre el rey emérito y Hacienda aclarar el trato de favor recibido por el anterior jefe del Estado. Monárquicos y monarcómacos deberían huir de las falsas expectativas.