La nota

Los jueces y la politización

En EEUU no siempre deben obediencia a quien los nombró ni pérdida del criterio jurídico

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Joan Tapia

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El PSOE y el PP siguen sin acordar la renovación de los 20 miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) dos años después de que su mandato (de cinco) haya caducado. Es una escandalosa muestra de la politización de la justicia que lleva a conclusiones pesimistas sobre nuestra democracia.

Cierto, pero la politización de la justicia no es exclusiva española. En Estados Unidos, por ejemplo, el nombramiento de los nueve jueces del Tribunal Supremo por el presidente (y su aprobación por el Senado) acostumbran a ser una dura batalla que se intensificó con Obama (no pudo designar en su último año una vacante que le correspondía por la actitud de la mayoría republicana del Senado) y con Trump, que ha podido designar tres jueces (el cargo es a vida o hasta la renuncia del nombrado). Así, hoy seis de sus nueve miembros son conservadores y solo tres progresistas.

Pero la politización (siempre perversa) no siempre anula la independencia y lo acabamos de ver. Trump, para que el Supremo avalara sus tesis de la manipulación por los demócratas de muchas papeletas electorales, hizo que el Abogado General de Tejas, con el apoyo de 17 abogados generales de otros estados, presentaran un recurso ante el Supremo. El recurso pedía que se anularan 20 millones de papeletas de cuatro estados -Pensilvania, Wisconsin, Georgia y Michigan- donde habían ganado los demócratas, con lo que Biden perdería su mayoría. 

Pero el viernes el Supremo decidió, por unanimidad, que Tejas no tenía capacidad para cuestionar los resultados de otros estados. Así que los nueve jueces del Supremo (entre ellos tres nombrados por Trump) fallaron contra el interés del presidente. Solo dos jueces conservadores dijeron que el asunto debía haberse admitido a trámite, aunque tampoco lo habrían estimado. Los jueces conservadores se enfrentaron así a las presiones republicanas.

En España, la actual e inmunda batalla por controlar el CGPJ no permite ser optimistas

Se dirá que el caso era obvio, pero no tanto porque en una América muy polarizada la mayoría de los cargos electos republicanos no han reconocido todavía la victoria de Biden y, según las encuestas, la mitad de los votantes de Trump creen que en las elecciones ha habido mucho fraude. En América la justicia está politizada y la sociedad polarizada, pero, a la hora de una decisión trascendente, los jueces (conservadores o progresistas) han priorizado su independencia frente a los intereses partidistas.

Que la justicia esté politizada, como en Estados Unidos, en España y otros países, no es ni bueno ni conveniente para la democracia. Pero en Estados Unidos acabamos de ver que la politización en el nombramiento de los jueces no comporta automáticamente ni obediencia a quien los nombró ni pérdida del criterio jurídico. No es el mejor de los mundos, pero la independencia judicial puede prevalecer. 

La pregunta es si en un caso parecido -idéntico es imposible, porque en España el jefe de Estado no se elige-, el Supremo o el Constitucional (en América el Supremo hace también de Constitucional) habrían actuado con similar independencia. Hay casos como cuando el Constitucional anuló varios artículos de la Loapa, ley pactada entre los dos grandes partidos. Y no es único. Pero la actual e inmunda batalla por controlar el CGPJ, cuando ya lleva dos años caducado, no permite ser optimistas. En España la polarización política y la politización de la justicia amenazan la independencia de los jueces. 

Quizá porque, a diferencia de Estados Unidos, aquí la democracia es reciente y por tanto la independencia judicial tiene menos tradición.

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