La cruda realidad
Sònia Gelmà
Periodista
No descorcharon el champán en París. Seguramente pensaron que para haber quedado primeros de grupo podían haber tenido mejor cliente, pero tampoco se pusieron las manos en la cabeza por su mala suerte, porque no la tuvieron. El Barça ya ha salido goleado de París, hace algunas temporadas, como también le atropellaron la Juve, la Roma, el Liverpool o el Bayern. Si su nombre aún genera algo de respeto europeo, se debe más a su pasado que a su presente.
La inercia de las Champions de Guardiola, y la de Luis Enrique, mantuvo más de lo conveniente, como si de un mantra se tratase, aquello de que el Barça era el mejor equipo del mundo. Los continuos accidentes europeos demostraban que ya no lo era, pero se enarbolaba la bandera de Messi para seguir en un escalón europeo que ya no tocaba. El paso del tiempo fue ajustando el escenario y la idea se fue abandonando. De hecho, fue grotesco que, el día antes de jugar contra el Bayern, Arturo Vidal se descolgara aún con esa afirmación. No le dimos demasiada importancia, los ocho goles generaron tal desconsuelo que ni siquiera nos encarnizamos con su arrogancia.
El beneficio de la duda
A veces en el fútbol se dan sorpresas. Ese fue el clavo ardiendo al que nos acogimos en la pasada eliminatoria ante el Bayern. No funcionó. Como tampoco sirvió ese argumento ante el Liverpool la temporada anterior. Puesto que el PSG no está a la misma altura, ahora podemos aferrarnos al estado de forma de ambos equipos de aquí a dos meses. El beneficio de la duda, lo máximo a lo que se puede aspirar.
El Barça tuvo fortuna en el sorteo, podía haber sido peor. Bayern o Liverpool, solo por los fantasmas que conllevaban, hubieran arrasado con cualquier esperanza de clasificación. Pero desde el punto de vista del PSG, también tuvo suerte. No le ha tocado un equipo rocoso, ni un equipo alegre. Ni siquiera un cúmulo de jugadores que, como ellos, sin ser especialmente sólidos tengan grandes individualidades. Resulta difícil definir la virtud de este Barça, a medio camino de todo. Un grande que ha perdido talento pero que –por su condición– no puede admitir sus limitaciones como para definir un plan de equipo pequeño. Incapaz de ser sólido defensivamente, incapaz de tener magia ofensivamente. Incapaz de ser intenso, incapaz de ser brillante.
Plantilla descompensada
Escribía Jordi Cruyff en este periódico sobre la importancia de la honestidad en el mundo del fútbol. Quizá también sea necesario serlo con la plantilla que hay actualmente: descompensada, mermada aún más por las lesiones, y de calidad insuficiente. Pese a saberlo, la costumbre de equipo grande dispara de vez en cuando las expectativas, un par de buenos partidos son suficientes para volver a autoengañarnos. No resulta agradable, pero es necesario ser honestos una vez más y asumir el presente. Quizá es eso lo que Koeman nos quiere decir cuando en el último minuto de un partido, ante un equipo que está en posiciones de descenso, mete a un central por un delantero. La cruda realidad.
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