Opinión | Editorial

El Periódico

El equilibrio de la movilidad

La pandemia del coronavirus ha añadido elementos de discusión a un asunto que siempre ha estado presente

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Buscar el equilibrio, o mejor dicho, los equilibrios, está siendo uno de los ejercicios más complicados de estos meses. El equilibrio entre contener la pandemia y mantener la economía, entre las restricciones a la movilidad y la necesaria reactivación comercial, entre la limitación de las reuniones sociales y las celebraciones navideñas. Y, también, el equilibrio en la movilidad urbana, uno de los debates de ciudad que tiene por delante Barcelona. La pandemia del coronavirus ha añadido elementos de discusión a un asunto que siempre ha estado presente. Desde la ampliación de las terrazas hasta la extensión de carriles bicis, ganando espacio a los vehículos a motor. Los recientes cambios urbanísticos que ponen en el centro al peatón y a los medios de transporte sostenible no han sido siempre bien recibidos por todos los ciudadanos, especialmente por quienes siguen queriendo dar al coche el protagonismo del que gozaba hasta hace poco. Sin quitar la razón a quienes argumentan que no se puede dificultar sin más la circulación de los coches dentro de la ciudad sin ofrecer suficientes alternativas de horarios y frecuencias de transporte público, no puede negarse que el futuro de las grandes urbes tiene que replantearse en unos términos más respetuosos con la calidad de vida de sus habitantes. La protesta de 19 escuelas del pasado viernes contra el exceso de contaminación y de coches en los entornos escolares refleja un cambio de prioridades sociales que también hay que atender.

El pasado puente de la Constitución, antesala de las fiestas de Navidad, las colas de coches intentando acceder al centro de la capital catalana, hasta el punto de que la Guardia Urbana tuvo que cortar algunas calles para reordenar el tráfico, no dejaba lugar a dudas de la preferencia de muchos por el transporte privado. Sobre todo si se comparaba con la tranquilidad que mostraba el transporte público. Aquellos días, el metro y el bus llevaron a la mitad de pasajeros del mismo puente del 2019, lo que induce a pensar que los medios de transporte colectivos siguen causando desconfianza en parte de la población. Es una desconfianza comprensible habida cuenta del contexto de pandemia, a pesar del estricto cumplimiento de los protocolos contra el covid en estos espacios, que hacen que viajar en transporte público sea seguro, si los usuarios siguen también las medidas higiénicas particulares.

Las aglomeraciones en el centro de Barcelona –que levantaron las alarmas por el temor a una tercera ola cuando apenas se ha salido de la segunda– pudieron estar motivadas en parte por el cierre de los centros comerciales, que derivó más compradores al entorno de la plaza Catalunya. En este sentido, la modificación en el plan de protección civil Procicat, que permitirá a los centros comerciales abrir con un aforo máximo del 30%, podría esponjar la afluencia de visitantes en las zonas más concurridas.

Con la campaña navideña ya en marcha, no se trata de pedir a los ciudadanos que no disfruten de sus momentos de ocio en la calle, pero sí de pedirles que lo hagan con responsabilidad, evitando situaciones que pongan en riesgo la salida de la crisis sanitaria y económica. Y que lo hagan, en la medida de lo posible, evitando los medios de transporte más contaminantes. Forma parte, también, del debate de la ciudad que queremos que sea Barcelona.