Pros y contras
Emigra
Las pintadas ultras solo representan a los cerriles acosadores que las hacen. “Habla en catalán o emigra”, rezaba la vergüenza en el muro de un restaurante. En el origen de la agresión, una dueña que aún no domina el catalán, un cliente que se sintió agraviado y su ira exhibida en las redes. A toque de silbato, la jauría ultra se lanzó sobre el objetivo. En los últimos años, las lapidaciones públicas por motivos lingüísticos se han convertido en el deporte preferido de algunos: pobres esencialistas ensimismados en un país que ni existe ni existirá. Puede que algún día Catalunya sea independiente, pero nunca será esa arcadia donde solo se hable catalán. Aún no se han inventado las puertas al pasado.
Los ultras de la lengua (ultras, a secas) son una ínfima minoría, pero deben sentir el desprecio de todos, también de las instituciones catalanas. En ello nos va evitar su expansión, y algo más. El catalán aún debe reivindicarse. No señalando trabajadores precarios en las redes, sino exigiendo su normalización en tantos ámbitos (empezando por el Senado) donde aún sufre discriminación. Las persecuciones xenófobas solo empañan las justas exigencias.
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