La tribuna

Recuperarnos desde lo local

Dotar de bienes y servicios a las pimes, mejorar las subvenciones a actividades con mayor impacto en el PIB y una financiación gubernamental serían las claves

Imagen de un coworking.

Imagen de un coworking. / Jordi Cotrina

Antón Costas

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Andamos desnortados en cuanto a cómo utilizar los fondos europeos del programa 'Next Generation UE'. Son muy golosos esos 140.000 millones de euros en subvenciones que, en principio, nos llegarán de Bruselas y que no tendremos que devolver. Veo mucha gente que, con la mejor intención (y también con la peor) plantea aquello de: “¿Qué hay de lo mío?". Buscan cómo llevar el agua a sus molinos. Esto es un peligro, una amenaza de despilfarro. 

Con la esperanza de que puedan ser útiles, déjenme que les exponga de forma breve tres ideas sobre cómo pensar la recuperación:

Primera. Para lograr una recuperación económica inclusiva, sostenible y resiliente, como busca la estrategia europea de crecimiento, hemos de pensar la recuperación desde lo local (y también desde lo pequeño; es decir, las pimes).

Es en el ámbito de las comunidades locales y de las pequeñas y medianas ciudades -así como en los barrios de las grandes ciudades- donde se expresan las necesidades de las personas. Es ahí donde los poderes públicos y la sociedad han de hacer el esfuerzo para dotar de bienes y servicios que permitan erradicar las diferentes formas de pobreza que impiden a muchas personas desplegar sus capacidades para llegar a ser lo que tienen derecho a querer ser: salud, sanidad, vivienda, espacio de uso público, educación infantil, alfabetización digital, transporte, buenos empleos. 

Además, el tipo de crecimiento sostenible que necesitamos ha de venir de los recursos naturales que existen en el mundo local: ríos, tierras, bosques y demás recursos ahora desaprovechados.

Segunda. Para impulsar la recuperación local necesitamos manejar una visión de las fuentes de la productividad y del crecimiento económico más sofisticada y holística de la que normalmente manejan los economistas. 

Hoy sabemos que justicia social no es un obstáculo para el crecimiento, sino su condición básica 

La visión ortodoxa explica el crecimiento desde el lado de la oferta: el PIB y la productividad serían el resultado de las cantidades de los diferentes tipos de capital que posee una sociedad en un momento determinado: capital físico (máquinas) + capital fijo (infraestructuras) + capital humano (capacidades de los trabajadores) + capital tecnológico (I+D+I). Desde esta perspectiva, las propuestas para invertir los fondos europeos van orientadas a mejorar la cuantía de estas dotaciones en aquellas actividades que mayor impacto tienen en el PIB. Es decir, en la eficiencia económica.

Pero puede suceder que una sociedad tenga suficiente cantidad de alguno o de todos esos recursos y, sin embargo, su crecimiento sea bajo, o que no haya buenos empleos con salarios dignos para todos, especialmente para los que más lo necesitan. Este es nuestro caso. 

El dinamismo y la creatividad que impulsan la productividad y el crecimiento surgen de una población sana y con oportunidades para desplegar sus capacidades. Como la Providencia no discrimina entre clases sociales, la creatividad y el dinamismo económico están en todas las personas, no solo en una élite con 'talento'. Frente a lo que aún se sigue explicando en las facultades de economía, hoy sabemos que justicia social no es un obstáculo para el crecimiento, sino su condición básica

Tercera. Aun cuando hay que actuar desde lo local, la financiación y la coordinación han de venir de arriba. De los gobiernos provincial, autonómico, estatal y europeo. 

Necesitamos financiación desde arriba en forma de fondos para proyectos. Así es como funciona la UE: define misiones y objetivos y pone recursos para que el sector empresarial, las administraciones públicas y el tercer sector presenten proyectos competitivos. Necesitamos un fondo municipal para atender las necesidades de la pandemia y otro para dar una garantía pública de empleo. Y necesitamos coordinación y cooperación para tener gobiernos locales pragmáticos, ágiles, poco burocráticos y con gran capacidad de gestión de esos fondos.

Según un dicho clásico, “no hay vientos favorables para el que no tiene rumbo”. Somos una sociedad que no sabe bien adónde va. Con muy poca capacidad para planificar: fijar objetivos a medio plazo y orientar de forma eficiente los recursos y energías disponibles para lograrlos. Aunque los planes no se cumplan, la planificación lo es todo.

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