EL APUNTE

Saber es seguro

En lo que respecta a las vacunas en ciernes, falta una estrategia decidida de las administraciones que proporcione certezas a la población

Mary Parsons, la enfermera que ha puesto la primera vacuna de Pfizer en el Reino Unido.

Mary Parsons, la enfermera que ha puesto la primera vacuna de Pfizer en el Reino Unido. / REUTERS

Cristina Pardo

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Según la última encuesta del CIS, el 55% de los españoles prefiere esperar a conocer los efectos antes de vacunarse contra el coronavirus. Es un porcentaje muy alto, así que urge combatir las reticencias. El miedo, la inseguridad y la incertidumbre se reducen con información. Los ciudadanos sabemos que en enero llegará la vacuna a nuestro país y que la ciencia ha hecho un extraordinario esfuerzo para tenerla en tiempo récord; algo que también despierta suspicacias.

Echo de menos por parte de las administraciones una estrategia agresiva para proporcionar certezas a la población. Lo contrario equivale poco menos que a pedir una prueba de fe. Es importante que se nos cuente con detalle, y se nos repita hasta la saciedad, qué efectos secundarios tiene una vacuna tan novedosa; como cuando vas a pincharte contra la gripe y el doctor te dice que quizá te duela un poco el brazo o la cabeza. Desde ese punto de vista, me ha parecido brillante el anuncio de que Bush, Clinton y Obama se vacunarán públicamente. Muchas otras personalidades se han manifestado después dispuestas a hacer lo mismo.

Y por último, dado que los expertos aseguran que una vez vacunados tendremos que seguir llevando la mascarilla durante algún tiempo, sería interesante que nos lo expliquen y que nos lo recuerden con insistencia también. El saber conlleva tranquilidad y en este proceso se echa de menos un poco más de pedagogía y una imagen unitaria de los dirigentes políticos que incida en esa necesidad de que nos aporten certezas. Pero claro, eso ya es mucho pedir. En nuestro país, ni siquiera están siendo capaces de concretar cómo debe ser nuestra Navidad. Ahora andan enredados en eso. Quieren que los ciudadanos seamos responsables y nos guiemos por confusas recomendaciones, que varían en función del territorio en el que vivas o pretendas visitar. Lo que es bueno para unos, no parece serlo para otros. Y además, reducir las obligaciones, la laxitud, provoca en el subconsciente una sensación de falsa seguridad que, unida a la inminente llegada de la vacuna, parece poco adecuada en estos momentos.