La tribuna

¿Luz al final del túnel?

Muchos esperan que la vacunación lo solucione todo. No lo crean. No solo hay que liquidar la epidemia, sino que hay que ganarse de nuevo la visión que deseamos tengan de nosotros desde el exterior

El Portal de l¿Àngel

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Josep Oliver Alonso

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Se acerca la Navidad y domina el debate sobre cuántos seremos, a qué hora regresaremos o hasta qué punto las fiestas serán las de siempre. En cierto sentido, queremos entretenernos con las comidas, el tió, el fin de año o los Reyes Magos, y no pensar sobre lo que sucederá a continuación. 

Lastimosamente, una cosa son nuestros deseos individuales y otra, muy distinta, el devenir colectivo. Y todo apunta a que, tras las próximas fiestas, dominarán los avances y retrocesos de la infección y nuevas decisiones políticas intentando salvar los muebles turísticos de una Semana Santa a la vuelta de la esquina: comienza el próximo 28 de marzo. No será tarea fácil: el consenso de los epidemiólogos apunta a una tercera fase de la pandemia, y ejemplos parecidos tenemos para sospechar que será así. En Canadá, su Thanskgiving Day (Día de Acción de Gracias) se celebró el 12 de octubre y, tras los encuentros familiares que propició, la aceleración pandémica ha sido dura: desde unos 1.700 nuevos casos/día a principios de octubre a los 5.300 aproximados de hoy; y, en unos EEUU donde todavía se espera el punto álgido de la infección por el aumento de la movilidad vinculada a la misma celebración, entre principios de octubre y de diciembre se ha pasado de 64.000 a los más de 200.000 casos/día, anunciándose, en algunos estados como California, el regreso al confinamiento para las zonas más afectadas.

Pese a todo lo anterior, la próxima distribución de las vacunas ha extendido el optimismo sobre el inmediato futuro: muchos esperan, y desean, que la vacunación masiva lo solucione todo. Y, con ella, podamos regresar al pasado. No lo crean. Porque uno de los peores legados de la pandemia, y miren que los hay social, sanitaria y económicamente, ha sido la pérdida de un intangible básico: el de la confianza sobre la capacidad del país en gestionarla adecuadamente. Y recuperarla exige duro, persistente y dilatado, trabajo.

¿O son de los que creen que lo sucedido no va a afectar nuestro atractivo turístico? A partir de este verano, y a la que las vacunas permitan movimientos poblacionales en Europa o en el resto del mundo, comenzará la batalla por atraer clientes entre destinos turísticos de distintos países. Y, en este conflicto, la gestión de la crisis, sus resultados y la forma en la que saldremos de ella serán decisivos para subirse al carro de la recuperación.

Para un país en el que su empleo está muy vinculado al turismo, la imagen proyectada ha sido deplorable. Jugando con el muy corto plazo hemos afectado nuestro futuro

En este ámbito, la experiencia que hemos mostrado al mundo no es en absoluto positiva: con cerca de 1,7 millones de casos y más de 46.000 muertos certificados por covid-19, somos uno de los países más afectados por la epidemia; nuestra más que insatisfactoria gestión del pasado verano se tradujo en un primer ministro francés, Jean Castex, anunciando el cierre de fronteras con ‘la Catalogne’; y, hace no tantas semanas, la emergencia epidémica en Madrid, y su impacto en la prensa mundial, la situó como el peor lugar de Europa a visitar. No solo hay que liquidar la epidemia, sino que hay que ganarse de nuevo la visión que deseamos tengan de nosotros desde el exterior. 

Para un país en el que su empleo, guste o no, está muy vinculado al conglomerado hostelería-transportes-comercio-actividades recreativas (más del 30% de la ocupación), la imagen proyectada ha sido deplorable. Jugando con el muy corto plazo (a finales de junio, la temporada turística de verano 2020 o, ahora, las Navidades) hemos afectado gravemente nuestro futuro. Por ello, es imperativo que el objetivo tras las próximas fiestas no vuelva a ser salvar, al coste epidémico que sea, el turismo de Semana Santa: según nos vaya entonces y sea cual sea la extensión de la vacunación en Europa, la temporada de verano quedará más o menos severamente afectada.

¿Qué hacer? Como siempre, cualquier Gobierno debe esperar lo mejor pero prepararse para lo peor. Y, en lo tocante a los próximos meses, ello implica ayudas directas a los sectores económicos que, si la tercera ola se propaga, inevitablemente deberán cerrar. Cierto que las Administraciones Públicas españolas no tienen el músculo financiero de las alemanas, francesas o italianas y que, para evitar mayor endeudamiento, las transferencias a negocios han sido prácticamente desconocidas por estos lares. Pero ese ahorro lo pagaremos caro. 

Por ello, les propongo compartamos un deseo para 2021: olvidemos todos los errores de este malhadado 2020 y controlemos radicalmente la pandemia hasta la llegada masiva de la vacuna. Será la mejor forma de que la luz al final del túnel llegue más pronto que tarde.

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