ELECCIONES EN CATALUNYA

Hay alternativa

El actual Govern de la Generalitat solo ofrece improvisación, descoordinación, ineficiencia e impotencia

El 'vicepresident' Pere Aragones  y la portavoz de JxCAT en el Congreso,  Laura Borras

El 'vicepresident' Pere Aragones y la portavoz de JxCAT en el Congreso, Laura Borras / Roger Pi de Cabanyes / ACN

Astrid Barrio

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Si todo va según lo previsto y el Govern no aprovecha la pandemia para atrasar las elecciones, una razón, conviene recordar, que no consideró de suficiente peso como para posponer las elecciones del Barça, el 14 de febrero se celebrarán las elecciones en el Parlament de Catalunya, justamente un año después de que el expresidente Quim Torra diera por liquidada la legislatura. Si entonces el gobierno agonizaba por la carencia de liderazgo y de proyecto, por las deslealtades y por la constante competencia interna, una vez destituido Torra el gobierno está muerto. Un muerto que sigue en pie porque no puede evadirse de la gestión de la pandemia y ante la que, superado por las circunstancias, solo ofrece improvisación, descoordinación, ineficiencia e impotencia. Y lo más desalentador es que no hay ningún indicio de que esto pueda cambiar después de las elecciones si el independentismo vuelve a tener mayoría y a formar gobierno. Sin dirección y sin horizonte una vez descartada no solo la vía unilateral sino también la vía lenta a la independencia hay el peligro de que una nueva victoria del independentismo acabe dando lugar a un gobierno zombi que, como los del centro comercial de la película, siga haciendo por inercia las mismas cosas que hacía en vida: mal gobierno, victimismo y zancadillas entre socios.

Instalados en la perversa lógica del 'procés' se puede tender a pensar que el que se dirime en estas elecciones es cuál será la fuerza hegemónica dentro del independentismo, porque en el fondo esto no ha ido nunca de independencia sino de quién controla la jugosa autonomía. Pero en términos de políticas y de funcionamiento del gobierno tanto da que gane ERC como que gane Junts per Catalunya. Seguirá la misma dinámica. Por tanto, lo que de verdad se dirime el 14 de febrero es si el independentismo sigue al frente de las instituciones catalanas desprestigiándolas y trinchando el país económica y socialmente por intereses partidistas o si se pone fin a la funesta etapa del proceso. La pésima gestión de la pandemia ha revelado la incapacidad del gobierno para gestionar la crisis, como ya hace años que es incapaz de gestionar lo cotidiano, y ha evidenciado la urgencia inaplazable de pasar página. 

Como también ha evidenciado que no nos podemos resignar a pensar que no hay alternativa al proceso. Porque la hay. Hay la alternativa de los que queremos priorizar la reconstrucción económica, ayudando los emprendedores, y el rescate social poniendo a las personas en el centro de la acción política. La alternativa de los que apostamos por la reconciliación entre catalanes y por derribar los muros que el independentismo ha querido construir entre nosotros y con el resto de España. La alternativa de los que creemos en la cooperación entre instituciones y niveles de gobierno y queremos trabajar con lealtad. La alternativa de los que estamos dispuestos a regenerar la vida política catalana y acabar con los trapicheos y las actitudes mafiosas. La alternativa de los que somos capaces de decir en público lo mismo que decimos en privado, que esto es un desastre sin paliativos y que no puede seguir así. La alternativa de los que más allá de quejarnos y pontificar hemos salido de la torre de marfil y abandonando la comodidad del sofá hemos decidido comprometernos y dar un paso adelante para enderezar nuestro país. 

Somos muchos los catalanes que no tenemos ni el referéndum ni la independencia como prioridad y que pensamos, como revelaba la encuesta de ayer publicada por este diario, que lo prioritario es la economía y la gestión de la pandemia. De hecho el independentismo ni lo es ahora ni ha sido nunca mayoritario en Cataluña y si ha dispuesto de holgadas mayorías parlamentarias ha sido gracias a un sistema electoral que lo favorece y a la desmovilización de una parte del electorado catalán. Ahora nos enfrentamos al peligro que esta desmovilización se extienda y que la victoria del partido de la abstención acabe otorgando al independentismo más del 50 por ciento de los votos, en nombre de los cuales mantendrán en movimiento la rueda del proceso con unas consecuencias imprevisibles. Estamos a tiempo de evitarlo si con responsabilidad y generosidad y asumiendo la necesidad de renuncias por parte de todos los implicados somos capaces de construir una amplia oferta política que permita a los muchos catalanes que hoy se sienten huérfanos de representación ver que hay una alternativa para ganar las elecciones y gobernar Catalunya.

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