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Falta mucho para el futuro

El todavía presidente de EEUU, Donald Trump.

El todavía presidente de EEUU, Donald Trump. / periodico

Ramón Lobo

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Donald Trump quiere regresar en 2024, cuarenta años después de la fecha que da nombre a la célebre novela distópica de George Orwell. Ya es mala suerte y un funesto augurio. Se trata de un ejercicio de audacia futurista porque no se ha ido. Quedan seis semanas y media hasta las tomas de posesión de Joe Biden y Kamala Harris, previstas el 20 de enero. Aún puede pasar de todo. La democracia norteamericana no está a salvo de sus depredadores.

En un discurso de 46 minutos distribuido por las redes sociales ante el vacío informativo de los grandes medios escritos y televisivos, que dejaron de comprar sus patrañas, Trump repite la matraca de que le han robado las elecciones. También lanzó una idea peligrosa, que el Tribunal Supremo ordene repetir las elecciones en los Estados clave en los que perdió por el voto por correo. El alto tribunal está compuesto por nueve miembros, seis de ellos conservadores.

Es difícil que lo consiga ante la ausencia de pruebas del supuesto fraude. No las ha visto ni su fiscal general, William Barr, que suele actuar como un ariete del trumpismo. El objetivo de fondo del presidente no es repetir los comicios, aunque le encantaría, sino mantenerse en el centro de atención. Ser el protagonista. Por eso trata de perturbar el arranque del mandato de Biden, convertirse en una especie de presidente bis en la sombra que le ayude a controlar el Partido Republicano y mantener alerta a sus más de 74 millones de votantes.

Control del Senado

Necesita de esa base para regresar en 2024, y la necesita ahora movilizada y enfadada para ganar uno de los dos senadores de Georgia que se eligen el 5 de enero. Ambos se deciden en una segunda vuelta al no haber alcanzado el 50% de los votos el 3 de noviembre, como exigen sus leyes estatales.

Si los demócratas ganaran los dos escaños, Biden tendría el control del Senado hasta 2022. Le resultaría más fácil aplicar su política, desmontar parte del trumpismo más tóxico y complicar cualquier regreso triunfal. Si los republicanos conservaran uno se garantizarían la mayoría en la Cámara Alta y podrían mantener su política obstruccionista. Trump quiere hacer campaña en Georgia porque le encantan los ego-mítines. Su partido no está seguro de que sea una buena idea. Temen que movilice el voto demócrata, pero nadie se atreve a decírselo.

Trump ha logrado 74 millones de votos en medio de una pandemia que ha infectado a más de 14 millones de estadounidense y matado a 274.000. Su negacionismo inicial y sus desastrosas decisiones durante estos meses han dejado un halo de incompetencia e incapacidad. Nunca mostró empatía por el sufrimiento de la gente que ha perdido a un familiar o el trabajo. Mide el éxito de su política en las subidas de la Wall Street. Lo grave es que no le ha pasado tanta factura. Su apoyo sigue siendo espectacular.

Trump ha mejorado sus apoyos entre las comunidades latina (en Texas y sur de Florida) y afroamericana, lo cual resulta sorprendente en el año de irrupción del movimiento Black Lives Matter. Aunque venía de unos malos resultados en 2016, son datos que deberían preocupar a los demócratas que han necesitado una gran movilización para echar a Trump.

Cámara de Representantes

En dos años se renovará toda la Cámara de Representantes, en la que el partido de Biden ha sufrido un inesperado retroceso pese a mantener su control. También se pondrá en juego otro tercio del Senado. En las legislativas y en las elecciones en los Estados, los demócratas apenas han obtenido réditos tras la catastrófica gestión de la pandemia. El 50% de las personas que han votado a Biden lo han hecho porque no es Trump. Es un hombre del sistema, un centrista simpático que acaba de cumplir 78 años. No parece una opción de futuro. En 2024, el Partido Demócrata necesitará algo más que no ser el malo. Necesita ideas y cercanía a los problemas de la gente.

Kamala Harris es la primera opción pese a que el puesto de vicepresidente no suele ser muy lucido. No sabemos si Biden le entregará una plataforma que le permita proyectar una imagen presidencial. En la joven cantera demócrata esperan Pete Buttigieg, Eric Garcetti (alcalde Los Ángeles) y Andrew Gillum (alcalde de Tallahassee, Florida). La fuerza emergente está en la izquierda: Alexandria Ocasio-Cortés, que podría disputar en 2022 el escaño del Senado de Chuck Schumer, uno de los pesos pesados del aparato y, sobre todo, en Stacy Abrams, la mujer que ha obrado el milagro de Georgia. Falta mucho para que llegue el futuro. De momento, Trump no es pasado. Sigue activo y es peligroso.

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