Opinión | Editorial

Un anhelo de estabilidad

El primer año de legislatura se cierra con la aprobación de los Presupuestos pero tras este éxito llegan retos que requerirán de nuevo mayorías amplias

El presidente, Pedro Sánchez, y los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias aplauden a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el debate de los Presupuestos, el pasado 11 de noviembre en el pleno del Congreso.

El presidente, Pedro Sánchez, y los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias aplauden a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el debate de los Presupuestos, el pasado 11 de noviembre en el pleno del Congreso. / periodico

El pasado 8 de enero, Pedro Sánchez era investido como presidente del Gobierno con un exiguo margen de dos votos. Once meses después, el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos ha conseguido que el Congreso de los Diputados aprobara los Presupuestos Generales del Estado por un margen de 35 votos. Un resultado todavía más significativo si se tiene en cuenta que los problemas que padecía España a principios de año se han agravado como consecuencia de la crisis provocada por el covid-19. Ni la gestión, a veces errática, de la pandemia, ni el aumento del paro, ni las incógnitas que planean sobre la recuperación económica, ni el estancamiento del conflicto catalán, ni la desabrida oposición del Partido Popular parecen haberle pasado factura a Sánchez. Ni en apoyos electorales, según las encuestas, ni en términos políticos, como se deduce del apoyo de 11 formaciones políticas a los Presupuestos. Un resultado ciertamente sorprendente para un político que llegó a la presidencia de la mano de una ajustada moción de censura y cuyo Gobierno ha debido enfrentarse a serias tensiones tanto externas como internas.

El presidente que EL PERIÓDICO entrevista hoy ya no es el ‘Mister Handsome’ (míster Hermoso) del que hablaba la prensa anglosajona, en un tono condescendiente, cuando ganó la moción de censura a Mariano Rajoy. En una Europa dominada por los partidos de centroderecha y derecha, es uno de los escasos dirigentes socialistas que tiene por delante tres años de mandato. Muchos se preguntan, en Bruselas, cuáles son las claves de este éxito, tras un año de intensa polarización política, los continuos roces entre los miembros de la coalición gubernamental y las reticencias de parte de la vieja guardia socialista encabezada por Felipe González. Hay muchas razones para explicar los logros de Pedro Sánchez, algunas relacionadas con la nueva manera de hacer política que le llevó a ganar la batalla interna en el PSOE, en el 2017, contra todo pronóstico. Sin embargo, su principal acierto ha sido saber conectar con el anhelo de estabilidad que recorre una sociedad golpeada por la crisis y que la derecha no ha sabido captar.

Toda victoria entraña riesgos. La conseguida por Sánchez al cierre de su primer año de mandato también. En los próximos tres años, España se enfrentará a retos que reclamaran mayorías amplias. La gestión eficaz de los fondos europeos y la modernización de la administración requieren sumar más voluntades, acuerdos con las comunidades autónomas y recuperar la perspectiva de una apertura hacia Ciudadanos. Las crecientes demandas de una España menos radial posibilitan ideas imaginativas como las insinuadas por el presidente de la Comunitat Valenciana, Ximo Puig. La renovación del Consejo del Poder Judicial, bloqueada por el Partido Popular, obliga a un acuerdo con Pablo Casado, para evitar las advertencias de la Comisión Europea. Y la respuesta a la crisis catalana también exigirá tiento y cintura con el Govern de la Generalitat que surja de las elecciones del 14 de febrero. En definitiva, una política de alianzas de geometría variable que rebaje el clima de confrontación del 2020 y aleje la perspectiva de un frentismo contraria al anhelo de estabilidad.