'Fakepolitik': Los políticos tramposos

Los periodistas nos estamos convirtiendo en el escenario de cartón piedra imprescindible para que la trampa parezca menos trampa

Quim Torra

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Olga Ruiz

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Política y trampa parecen dos conceptos indisolubles en los tiempos que corren. Escribimos sobre las ‘fake news’, nos comprometemos a combatirlas y nos indignamos ante su proliferación pero, a la vez, nos tragamos cada día ración triple de ‘fakepolitik’, elevamos a categoría de noticia la puesta en escena de una gran mentira servida en pequeñas y variadas dosis. Los periodistas nos estamos convirtiendo en el escenario de cartón piedra imprescindible para que la trampa luzca, para que parezca menos trampa.

Esta última semana nos ha dejado dos ejemplos de ‘fakepolitik’ que no deberíamos pasar por alto si queremos encontrar solución a tanto postureo estéril.  El pasado miércoles el expresidente Quim Torra cedía al Museu d’Història de Catalunya la pancarta que supuso su inhabilitación al frente de la Generalitat. Me maravilla que alguien se pueda considerar tan trascendente para la historia futura, que crea que 874 días en el cargo bien merecen reservarse un espacio en el museo responsable de explicar quiénes fuimos a nuestras generaciones futuras. A saber, el capitel románico del Monasterio de Sant Pere de Rodes, el Retablo barroco de la Casa Procura de Escaladei, la pancarta. Su egolatría sonroja pero la connivencia de la directora del museo y del director de la agencia catalana de Patrimonio cultural me indignan. Trampear la Historia es cuando menos perverso.

Un día antes, la presidenta de la Comunidad de Madrid ni se molestaba en disimular el truco de su trampa sanitaria. Díaz Ayuso inaugura un hospital sin unidades de cuidados intensivos, sin personal sanitario y... sin puertas. El patrón es calcado al del aeropuerto de Castellón, nuestras tragaderas también.

Es preocupante que la pregunta incómoda corriera a cargo de Pablo Casado, que juega en el mismo equipo. Me cuesta entender a qué fuimos exactamente los periodistas sino a preguntar. La hibernación de nuestro sentido crítico está resultando ser abono ‘premium’ para la ‘fakepolitik’. 

“Trampa adelante: otros lloren que yo cante”. El refranero, siempre sabio.

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