Pros y contras

Desierto luminoso

¿Por qué, las luces de Navidad? ¿Para recordarnos que no podemos disfrutarlas?

Luces de Navidad en la Gran Vía de Barcelona.

Luces de Navidad en la Gran Vía de Barcelona. / periodico

Josep Maria Fonalleras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es sabido que a las diez tenemos que estar en casa. Y también se sabe que estaremos así, tanto en la Nochebuena como en Nochevieja. Bueno, puede que haya algún tipo de misericordia, pero no mucha. Será algo simbólico que se concretará en estas dos noches. Y basta. El resto del tiempo, durante las fiestas, tendremos que estar en casa a las diez. Recalco todo esto, que ya es bien sabido, porque excepto los que se atreven a delinquir con el horario o los que trabajan en servicios básicos –desde el basurero al farmacéutico de guardia; desde el locutor de madrugada al enfermero que termina su turno– resulta que no hay nadie en la calle. Nadie.

Pero hay luces de Navidad. Sé que sirven para animar el comercio, sé que son bonitas y que invitan a la fiesta y nos anuncian días de hermandad. Pero a las once de la noche, o a las doce, nadie las ve y no animan a nadie. Más bien lo contrario; más bien son el certificado del desierto que destella. Canta el ruiseñor, pero parece que es la alondra, que anuncia un amanecer eléctrico con «la luz cruel engalanando las nubes», como decía Shakespeare. ¿Por qué, las luces de Navidad? ¿Para recordarnos que no podemos disfrutarlas? 

TEMAS