Opinión | Editorial

El Periódico

Construir la ciudad que será

Comparar la Barcelona de hoy con la anterior a la pandemia debe servir para recapacitar y tomar impulso

Los alrededores de la catedral de Barcelona, casi sin turistas, el pasado 27 de julio

Los alrededores de la catedral de Barcelona, casi sin turistas, el pasado 27 de julio / periodico

Tener a mano los datos estadísticos consolidados de Barcelona y compararlos con la situación actual es un ejercicio doloroso porque significa establecer un balance dramático entre lo que fue la ciudad hasta hace un año y aquello en lo que se ha convertido ahora, a causa de los estragos de todo tipo causados por la pandemia, en especial los referentes a la economía y la pujanza de la capital. Como ha declarado María Jesús Calvo, jefa de Estadística y Difusión de la Oficina Municipal de Datos, en la presentación del Anuario Estadístico de 2019, Barcelona vivía «una coyuntura económica expansiva, sólida y diversificada, con un perfil de crecimiento sostenido», con un leve descenso en relación a 2018 (un aumento de 2,3% del PIB, cinco décimas menos que en el año anterior), pero con las constantes vitales intactas y con incremento sostenido de la renta familiar disponible.

Si se echa un vistazo a los debates que se generaban en la ciudad entonces se hace difícil palpar este impulso al alza de la ciudad. Barcelona debate continuamente sobre su presente y su futuro, acerca de su modelo y de sus apuestas estratégicas. Y está bien que así sea. La pandemia, como en otros tantos aspectos, ha puesto a la ciudad delante de un crudo espejo. Los datos entonces eran buenos, pero el modelo ha sido duramente castigado por el efecto de la pandemia.

Todavía es pronto para analizar con cuidado el descalabro porque las cifras exactas de lo que ha significado este 2020 no las tendremos hasta dentro de un tiempo, pero en todos los aspectos de la vida pública se percibe la magnitud del problema, empezando por una previsión de descenso del PIB entre un 9% y un 15%. Solo hay que tener en cuenta, para hacerse una idea de los números que se barajan, que el sector servicios genera el 89,3% del PIB de la ciudad, y es este, precisamente, el que ha sufrido el impacto directo más incisivo de la crisis. Según los datos de Exceltur, el turismo ha descendido en Barcelona en torno al 93%, una caída extremadamente pronunciada que afecta al auténtico motor económico y que contiene sus derivadas en el comercio, el transporte o la restauración, ya de por sí afectados también por el primer confinamiento y por las posteriores medidas sanitarias aún vigentes, como la movilidad perimetral. 

Uno a uno, los distintos apartados del anuario nos indican la situación anterior a la aparición del coronavirus en nuestras vidas y nos ponen ante el espejo de una realidad que ya sufrimos y que cuando tenga su traslación en cifras nos informará del tamaño dramático del agujero que ha generado la pandemia. A todos los niveles. Si la cifra de barceloneses en paro había alcanzado un mínimo histórico en 2019 (69.047 personas), los datos de este octubre nos indican que el incremento es del 130%. Un número que nos habla, en consecuencia, de la saturación de los servicios sociales y de la creciente demanda de atención en instituciones y oenegés humanitarias, ante colapsos alimentarios y de vivienda.  

Estos son los datos de ayer y de los de hoy. Pero el debate debe ser en cuáles van a ser los de mañana. Es imperativo insistir en la necesidad de plantear un debate urgente para construir un nuevo modelo de ciudad, sin una dependencia tan acusada de un solo sector, con planteamientos razonables sobre el turismo, sin acritudes ideológicas y sin combates políticos estériles. Es imprescindible un esfuerzo colectivo, eficaz y sólido para reconstruir la ciudad que fue y, sobre todo, construir la ciudad que será.