DESDE SANT ANDREU

De Hogwarts al Área 51

Gokuraku y La Cambra dels Encanteris transportan el curioso viajero a mundos remotos

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Marc Pastor

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Con la reforma hace un par de años de la estación de metro de Sant Andreu en la plaza Orfila, el ayuntamiento aprovechó para incorporar el andén 9 y 3/4. Desde entonces puedes llegar a Hogwarts cogiendo la línea 1.

En una esquina de un callejón que parece sacado de Convent Garden, cerca de la plaza donde el mercado está renaciendo como un ave Fénix, encontraréis La Cámara de los Hechizos (plaza Mercadal, 35). De planta cuadrada, con una balaustrada de madera a media altura que le da el aspecto de un gabinete de curiosidades decimonónico, no hay un solo rincón libre de juegos, juguetes, medallones, escobas voladoras o varitas mágicas.

Y eso que, en principio, el local tenía que ir destinado a las reformas de cocinas (¡qué cosa tan ‘muggle’!), pero el ambiente mágico convenció a Mònica, Esther y Miquel de cambiar de planes y montar una tienda dedicada a ‘Harry Potter’, ‘El Señor de los Anillos’, ‘Juego de Tronos’ o ‘Star Wars’. De hecho, el popularísimo Baby Yoda ocupa un lugar bien preeminente en la apretada mesa principal.

Pocos metros más allá, el explorador puede adentrarse en el Área 51 en busca del arca perdida. Y de las piedras de Shankara. Y del Santo Grial. Y de la (menos carismática) calavera de cristal.

Rubén montó una exposición sobre Indiana Jones en el Museu d’ Arqueologia de Catalunya en los años 2011 y 2016 (avalada por Lucasfilm) con objetos de las películas y réplicas que ha ido coleccionando. Ahora, esta exposición está instalada en la Gokuraku (Malats, 8), hasta principios del 2021.

Rubén es diseñador y fotógrafo de profesión, y fue el primer dibujante en incorporar el manga en la Escuela Joso cuando todavía era "una moda pasajera". Hace años que dinamiza el alma friqui del barrio (perdón, del pueblo), primero con el Festival Gokuraku de Can Fabra y ahora desde la tienda, sobre todo dedicada a Japón (de Dragon Ball a Naruto, pasando por One Piece), pero de alma culturalmente dispersa.

Quién quita que, ahora que no se puede celebrar el mercado mensual de juguetes de segunda mano en el canódromo de la Sagrera, no sea un buen momento para instalar un campo de ‘quidditch’.