La tregua

EL PERIODICO publicaba un reportaje sobre cómo afectaba la pandemia a la salud mental. Las cifras, siendo concluyentes, demoledoras, no reflejan una realidad soterrada, mucho más dramática aún. Más allá de las ansiedades y las depresiones profundas, del miedo a una incertidumbre más desafiante que nunca, quizá allí donde la losa es más pesada, donde reposa la evidencia de una roca espesa y consistente, es en ese estado que alguien ha definido como "tristeza covid-19", una afección dispersa y diluida, que tiene como síntomas la desafección de la vida social, la acomodación discreta y silente en la cueva, el rechazo –a pesar todas las sirenas que cantan al optimismo– a todo lo que signifique deslumbramiento por una pasión.

Hace 100 años, más o menos, Carner escribió un soneto que me enseña el amigo Subirana. Se llama ‘Treva’ y habla de la ilusión como de una "futura carcelera". La voz del poeta se libra de "los trastos de la desazón"; la tregua esparce "la poca ceniza del deseo". Los viejos maestros lo dijeron hace tiempo. Su mensaje resuena en este presente sombrío. En la batalla de cada día, hay treguas donde la tristeza, la falta de espíritu, señorean.