25-N: día internacional

Basta de violencias machistas

Hace falta que trabajemos por un país con igualdad y con políticas públicas con perspectiva de género, hace falta que pongamos la vida y los cuidados en el centro

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Dolors Bassa, Carme Forcadell, Oriol Junqueras y Raül Romeva

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Diez mujeres asesinadas en Catalunya en lo que llevamos de año, 85 en los últimos ocho años. Mujeres muertas por el simple hecho de ser mujeres. Estos datos nos encogen el corazón. Los feminicidios son solo la punta del iceberg, pero hay que recordar que una de cada dos mujeres ha sufrido violencia machista a lo largo de su vida. Es por eso que tenemos que acabar con las violencias machistas, con todas, erradicarlas. Nos va la vida.

Y es que el machismo está por todas partes y muy arraigado. Desgraciadamente, la pandemia lo ha hecho todavía más presente. El confinamiento y el distanciamiento social para frenar el covid-19 ha obligado a muchas mujeres a no tener otra alternativa que la de tener que convivir las 24 horas del día con sus agresores. Una auténtica pesadilla. Durante los primeros meses de estado de alarma de la primera ola de la pandemia, entre marzo y abril, las llamadas por violencia machista en Catalunya aumentaron un 88%, alcanzando los 2.200 avisos. 

Y no solo esto, la pandemia también ha dejado patente que las mujeres, una vez más, han sido las más perjudicadas de esta crisis sanitaria, económica y social, sufriendo más precariedad laboral en sectores esenciales y feminizados; y más afectadas por la sobrecarga de trabajo de cuidado no remunerado. Así, por ejemplo, según datos de la cooperativa Quotidiana, las mujeres teletrabajaron más, alargaron más que los hombres las jornadas laborales durante el confinamiento y asumieron buena parte de la sobrecarga doméstica. Además, el covid-19 también ha visibilizado la feminización del trabajo en los sectores esenciales como son el de la salud y los servicios sociales, donde las mujeres ocupan el 75% de los puestos de trabajo, pero también la precarización, puesto que son mayoritariamente mujeres las que realizan tareas de cuidado de gente mayor o trabajan en el sector servicios como cajeras en supermercados o como personal de limpieza, unos sectores que son esenciales si queremos construir la nueva República catalana poniendo en el centro a las personas y todavía más ahora en tiempos de pandemia.

Con todo, hace falta que trabajemos por un país con igualdad y con políticas públicas con perspectiva de género. Hace falta que pongamos la vida y los cuidados en el centro. Y estos últimos meses ya hemos visto algunos ejemplos. El Gobierno catalán ha destinado más de 16 millones de euros a políticas para combatir y paliar los efectos de la violencia machista: ampliando las plazas residenciales para las víctimas o abriendo nuevos centros de intervención especializada. A instancias europeas, la eurodiputada Diana Riba ha reclamado la aprobación de una directiva europea ambiciosa para que se unifiquen criterios, y se incluya el delito de violencia machista en la lista de eurocrímenes. Y es que, parece mentida, pero actualmente todavía no hay datos europeos de víctimas de violencia machista. 

Pero no nos quedamos aquí, la igualdad y la perspectiva de género son y serán uno de los pilares para hacer de Catalunya un país socialmente justo y próspero. Por eso, la República catalana es más necesaria que nunca, para que podamos aplicar políticas feministas sin las trabas y las limitaciones de las estructuras de un Estado español caduco y anclado en el pasado.

La perspectiva de género, la mirada y la voz de las mujeres tienen que estar presentes en todos los ámbitos, también en la justicia. Todavía ahora vemos tribunales formados mayoritariamente por hombres, que culpan a las mujeres de las agresiones que sufren, unos tribunales que no escuchan a las víctimas y que defienden, como en el caso de 'la Manada', la presunción de inocencia de los agresores, pero no la de los presos y presas políticas. Vemos sentencias injustas que vulneran los derechos y las libertades democráticas, que penalizan los derechos de manifestación y la libertad de expresión, pero que no cuestionan las agresiones sexuales.

Queremos un país sin 'manadas' ni jueces que dejen desprotegidas a las víctimas. Y por eso hay que considerar la violencia contra las mujeres como una cuestión de estado, actuar con contundencia, con respuestas unívocas de rechazo para decir BASTA de violencias machistas, basta. Nos va la vida a todos y todas.