Análisis

El mal tinte de Rudy Trump

Todos los argumentos que Giuliani esgrimía a las puertas de los juzgados no se materializaban en pruebas dentro

Rudolph Giuliani, en un acto de la campaña de Trump.

Rudolph Giuliani, en un acto de la campaña de Trump. / periodico

Alfonso Armada

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En 'Una guía sobre el arte de perderse', la escritora estadounidense Rebecca Solnit despliega un gabinete de curiosidades con todas las variaciones del azul como un hilván que cose el libro. En un capítulo dedicado a los mapas menciona una frase del cartógrafo francés del XVIII Jean Baptiste Bourguignon d’Anville: “Acabar con ideas falsas, incluso si no se llega más allá, es una de las formas de hacer progresar el conocimiento”. Varios párrafos después, Solnit dice que “las películas están hechas tanto de oscuridad como de luz. Son los intervalos sumamente breves de oscuridad entre las imágenes luminosas estáticas lo que hace posible que estas formen una película con imágenes en movimiento”. Legibles.

Se ha abierto un apasionado debate sobre si el trumpismo sobrevivirá a la salida de Trump del gran teatro del mundo en que convirtió la Casa Blanca. La 'noche americana' no solo es una película de Truffaut, sino también una técnica que permite simular una ambientación nocturna en una escena rodada de día. ¿Han sido los insólitos cuatro años de Trump un tiempo de oscuridad? No para los casi 73 millones de compatriotas que han hecho de él el candidato más votado en unas elecciones presidenciales… después de Joe Biden. Esos votantes no van a desaparecer, van a ser un pesado lastre que el Partido Republicano, fagocitado por Trump, va a utilizar como un martillo pilón para sabotear la política que el exvicepresidente de Barack Obama tratará de impulsar. 

El mal perdedor que Trump es ha acabado accediendo a que Emily Murphy, titular de la Administración de Servicios Generales, alzara la barrera para que el presidente electo pueda iniciar (con seis millones de fondos federales) la transición que le llevará a jurar el 20 de enero como nuevo presidente. Con su resistencia a dar ese paso, Murphy se ha hecho con un nicho en Wikipedia. Todo por no desatar la ira de su jefe, un Trump que ha acabado por admitir, con nocturnidad, desgana y disimulo, que ha perdido. El principio del fin de su terco empeño en negar la realidad. 

Su estrategia de que le habían robado las elecciones en una conspiración sin precedentes se ha estrellado en todos los estados en que pidió recuentos… Los jueces le fueron negando el pan y la sal. Dondequiera que la jauría de leguleyos atizados por el exfiscal y exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani han tratado de ganar una cabeza de playa legal que le permitieran llevar el caso al Tribunal Supremo han encontrado el renqueante muro de la democracia americana. Las ideas falsas no han prosperado. Todos los argumentos que Giuliani esgrimía a las puertas de los juzgados no se materializaban en pruebas dentro. Como un mal actor de una temporada extra de 'Los Soprano', cuando a Giuliani se le derritió el tinte con el que mentía sobre su pelo acabó siendo la patética metáfora de una larga y rara noche americana. Aunque está por ver si el viejo Joe es lo que el país necesita para recuperar un prestigio arruinado por un extraordinario payaso sin escrúpulos llamado Donald, que persuadió a millones de que era uno de los suyos y de que podía llevarles a una tierra prometida llamada 'America First'. Al pasado.

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