Buenas noticias con cara B

¡Paren máquinas: nueva ferretería en el Gòtic!

Hemos tenido que llegar al punto de su casi extinción para echar tanto de menos al pequeño comercio de proximidad

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Eva Arderius

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Han pasado dos cosas buenas en el barrio Gòtic de Barcelona en las últimas semanas. Una de ellas es la apertura de una ferretería en la calle Ferran. Puede parecer un hecho insignificante, pero no lo es. En esta céntrica calle no han parado de cerrar negocios desde que empezó la pandemia, que abra uno de nuevo es una buena señal. Si encima es una tienda pensada para los vecinos y no para los turistas, todavía lo es más. Hace años que no pasaba, es inédito. De hecho, el último establecimiento que levantó la persiana, o lo intentó justo antes del confinamiento, ha sido la franquicia de una cadena de comida mexicana ubicada donde antes había un bar histórico.

La otra buena noticia es la campaña en las redes sociales que han impulsado un grupo de vecinos. Una iniciativa para reivindicarse y demostrar que el Gòtic no es un barrio fantasma, la pandemia lo ha vaciado de turistas pero allí sigue viviendo gente. La campaña consiste en unos videos de vecinos explicando, con orgullo y mirando a cámara, que viven o trabajan, o ambas cosas, en el barrio.

Pero las dos noticias tienen una cara B. Nada es nunca tan bonito como parece. En el caso de la reivindicación vecinal en las redes, la cara B es el hecho en sí mismo: que los vecinos de un barrio tengan que demostrar que todavía existen. Esto quiere decir que se ha expulsado a muchos, demasiados. Los que viven en el Gòtic tienen la sensación que por ahora han ganado la batalla, pero porque la principal amenaza, la voracidad turística, ha desaparecido. Puede volver. Por eso la iniciativa vecinal se ha de leer como una advertencia para el futuro.

En el caso de la inauguración de la ferretería, la letra pequeña rebaja un poco la alegría de la noticia. No se trata de un emprendedor dispuesto a pagar un alquiler de mercado para abrir un negocio para los vecinos, sino que es el mismo propietario del local quién ha decidido abrir la ferretería antes que dejar el local vacío. El último inquilino, una tienda de gorras para turistas, tuvo que cerrar por falta de clientes. El caso de este nuevo negocio evidencia que es más fácil levantar la persiana cuando no se está pendiente de pagar un arrendamiento cada mes. Demuestra que el gran problema del comercio de proximidad no es solo la competencia del gigante de Amazon, sino que es la misma dificultad que tienen que afrontar los vecinos, los altos precios del alquiler y la gentrificación.

El pequeño comercio ha tenido que hacer auténticos actos de resistencia para seguir allí donde quiere estar, muchos no lo han conseguido. La pregunta es por qué se les ha puesto las cosas tan difíciles, por qué hemos tenido que llegar al punto de su casi extinción para echarlos tanto de menos. Especialmente ahora, que los necesitamos más que nunca.

No sé si las cosas cambiarán, si la nueva ferretería de Ferran provocará un efecto llamada y si algún día veremos esta calle convertida en un eje comercial como el de Sant Andreu o el de Sants. Pero de momento, el nuevo negocio demuestra que hay alguien que cree que los vecinos también pueden ser un buen negocio, y esto, ya de por sí, invita al optimismo. Esperemos que dure. La idea y la ferretería.

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