Tribuna

Que nadie nos chafe la fiesta

Ahora, en la medida que podamos, disfrutemos de la tregua sin volvernos locos

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Joan Ribas Serra

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La noticia de la reapertura del sector de la restauración, esperada por muchos, tiene un regusto agridulce, no deja contento a nadie, tampoco tranquiliza. Paradigma de la sociedad de la incertidumbre, no sabemos si abriremos por la mañana y cerraremos por la tarde. No es el Dragon Kan, idas y venidas con un final feliz, más bien parece una sutil melodía melancólica que proviene de un acordeón que recuerda tiempos que ya no volverán. Pero no quiero ser un aguafiestas. A mí me ha recordado aquel poema de Rubianes que empezaba así: "Aquel día Eleuterio el camarero estaba contento era su día libre, se levantó pronto, se aseo, se puso su mejor traje y con paso marchoso y decidido fue hacia el bar desde donde de pequeño trabaja y continuará haciéndolo si una quiniela no le soluciona el asunto..."

Qué maestro de la farsa verosímil y cuántos imitadores torpes le salen. En fin, somos producto de lo que hace tiempo Guy Debord esbozó anunciando que la vida entera de las sociedades en las que imperan las condiciones de producción modernas se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación. Es eso del 'Panem et circenses' al 30% de aforo. ¿Y mientras no proponemos nada más? Deberíamos continuar siendo una referencia gastronómica internacional a las puertas de la capitalidad de la alimentación sostenible que Barcelona ostentará en 2021. Una tarea difícil si están cerrados.

Desde la Fundació Alícia siempre hemos defendido que la gastronomía es más que comida. Es, entre otras cosas, tomar conciencia de lo que te llevas a la boca y eso quiere decir comer más sano, sostenible y bueno. Y aquí surge el reto que tenemos todos entre manos si queremos volver más fuertes, modélicos y ejemplares, caminando al lado de la restauración. Con toda, y especialmente la de barrio y cercanía. Como prescriptores del comer debemos aprovecharlos y dotarles de herramientas para transformar la sociedad que queremos en un futuro. Es el reto que también tiene Barcelona como ciudad firmante del Pacto de Milán de política alimentaria urbana, que defiende que la alimentación es una necesidad primaria, una cuestión personal y también política con impactos significativos a nivel social, ambiental y económico.

Existen algunas iniciativas públicas y privadas que dan esperanzas. Surgen para tratar de construir sistemas alimentarios más resilientes, sostenibles, saludables y próximos. Esperemos que puedan construir redes comunitarias de soporte y dinamización del tejido comercial y que ofrezcan servicios alimentarios para responder a las necesidades reales de las personas.

Ahora, en la medida que podamos, disfrutemos de la tregua sin volvernos locos. Y que el poema de Rubianes deje de ser una farsa para convertirse en una realidad... "Llegó al bar, abrió la puerta, el silencio dentro era absoluto, encendió las luces, todas, dió dos palmadas y dijo: venga arriba todo el mundo que está aquí Eleuterio el camarero... y vio sin asombro como en el mostrador empezó acto seguido un movimiento de tapas y bebidas verdaderamente inaudito..."

*Antropólogo. Fundació Alícia.