opinión
Que no duela esta transición
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
Para un futbolista que juega en silencio, el alboroto que genera Antoine Griezmann resulta sorprendente. Tan erróneo como fue su fichaje, como ha recordado Víctor Font con la misma impertinencia que precisión, Griezmann puede acabar por forjarse el respaldo que se otorga a los antihéroes. Nos hemos hartado de criticar su participación desangelada y su irrelevancia épica. Pero ahora aparece un exagente diciendo «chorradas», como bien definió Koeman, unos insensatos gritándole a la ventanilla del coche y el eco de un precandidato locuaz, y a la mejor la corriente se invierte, y surgen ganas de glosar un resurgimiento.
Claro que para ello, para despertar atisbos de simpatías, él debería poner algo de su parte y en el Wanda Metropolitano, hábitat de sus mejores fiestas, se vio lo de siempre, un juego resacoso y vulgar, así que mejor dejarle al margen, para evitar repetirse, y poner el foco en el fútbol exasperantemente lento del equipo, en los escasos movimientos de ruptura delante, en el auto sabotaje del primer gol y en el olor intenso a transición que va impregnando el traje de Koeman.
Amarga derrota
Este Barça necesitaba en la Liga un partido como ante la Juventus en Champions, pero el fornido Atlético de Simeone le dijo a los de Koeman que ese placebo no está en venta en el Wanda. Amarga derrota porque aleja a los azulgranas a nueve puntos de los rojiblancos, las sensaciones de esterilidad con el balón cerca del área permanecen y la lesión espeluznante de Gerard Piqué -doloroso de ver cómo se le dobló lateralmente la rodilla- y la muscular de Sergi Roberto nublan el panorama deportivo. Oscuridad en lo institucional y desconcierto y abatimiento a ras de césped.
El mal humor de Messi al llegar a Barcelona se extendió por todo el barcelonismo que prefiere no establecerse aún en la indiferencia o la resignación. No ha llegado el momento todavía de tirar la toalla, ni de responsabilizar al entrenador, que tiene lo que tiene a su disposición, unos desequilibrios palmarios en la plantilla, agravados ahora con la baja, presumiblemente extensa, de Piqué.
La escasez en la cuenta corriente no aventura soluciones mágicas ante la mala planificación de verano. Porque dentro, ya se sabe, queda sano Lenglet, un Araújo aún lesionado y Umtiti, ese central con sueldo de lujo que tiene pinta de acercarse a la retirada que a la reactivación. La noche acabó fatal y Koeman deberá sacar lo mejor de sí mismo para no sufrir muchas más así. Que la transición no duela.
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