Azar y virus

La campaña de la<strong> lotería de Navidad </strong>no podía olvidar que vivimos situaciones excepcionales y, al mismo tiempo, no podía dejar pasar la oportunidad de la pandemia para explorar nuevos territorios del sentimentalismo. El fondo de estos anuncios es curioso. No deja de ser la promoción de un juego de azar, pero ya que, a lo largo de la historia, ha generado costumbres, inercias y manías, ya que ha construido un imaginario colectivo, al hacer propaganda de la lotería se aprovecha la ocasión para destacar unos valores que, en teoría, son los que asociaríamos a actitudes altruistas y no a la ganancia individual.

Este año tan singular no podía faltar una evocación de la unidad del destino en la universal gloria de los niños que cantan y que hermanan a los españoles, un día, desde hace décadas. Ni tampoco escenas que describen, con un amplio espacio para la lagrimita, la solidaridad engendrada en tiempos de coronavirus. Por suerte, esta vez, la anciana que agradece los cuidados es Vicky Peña y la vecina  atenta es Nausicaa Bonnín, y el hombre que recupera el amor del hermano alejado es Fermí Reixach. No son nada, solo unos segundos, pero valen la pena de la lotería.