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Casa ajena, terror propio

Dado el año terrorífico que nos hemos pegado, es todo un logro que 'Casa ajena' se haya ganado el título de mejor película de terror del 2020

Fotograma de 'Casa ajena'

Fotograma de 'Casa ajena' / periodico

Mónica Vázquez

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Resulta complicado intentar explicar qué hace de una historia algo digno de ser contado. Entran en la ecuación muchos factores, de distinto calado e importancia para cada uno de sus consumidores, y a veces triunfan las historias más insospechadas. Aquellas que, por una razón u otra, nos pasaron desapercibidas o decidimos no prestar atención en su momento, de repente se descubren como piezas tremendamente populares. A veces nos cuesta entender el éxito de una película o una novela, pero en otras ocasiones, cuando aquello que hace de una historia algo brillante es la propia premisa de la misma, lo que nos cuesta es comprender la falta de entusiasmo y la fama que debería de acompañar a las ideas brillantes.

Ese es el caso de ‘Casa Ajena’, una película de Netflix a manos de Remi Weekes que salió justo a tiempo para la época más aterradora del año, Halloween, y ya se ha ganado el título de mejor película de terror del 2020. Dado el año terrorífico que nos hemos pegado, me parece todo un logro.

La película nos presenta a Bol y Rial Majur, una pareja joven de inmigrantes que consigue escapar, a duras penas, del horror que arrasa su tierra natal, Sudán del Sur. No sabemos aún mucho de su pasado, ni de las penurias y fatalidades por las que han tenido que pasar para sobrevivir, pero sabemos que Bol y Rial alcanzan Reino Unido y consiguen entrar en un programa de asilo e inserción. Pensamos, siempre propensos a la esperanza, que todo irá mejor ahora, que todo lo malo ya ha terminado. Pero ‘Casa Ajena’ no ha venido a tu televisor para hacerte más sencillo el mal trago de saber que esta es la realidad de millones de personas, que este es el mundo que entre todos hemos construido. La película explora, con pericia y ningún artificio, la esencia misma de lo que constituye un hogar, el peso de la tierra y la inevitabilidad del pasado, que da forma al presente y sobre el cual se proyecta un futuro a medio hilvanar. Nos lleva de la mano por el laberíntico proceso de verse a uno mismo y crearse paso a paso, decisión tras decisión, mezcla de todo lo que fue y lo que soñamos que será.

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