Análisis

¿Acordar con EH Bildu? Por qué no

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Joaquim Coll

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En estos días de tanto acaloramiento sobre los apoyos a los Presupuestos, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, ha escrito una interesante reflexión sobre el tan criticado, particularmente por parte del PP y sus medios afines, voto de EH Bildu a las cuentas públicas. “Que la izquierda abertzale pueda apoyar unos PGE sin renunciar a sus objetivos políticos es una muestra de normalización que solo los más optimistas podían prever hace diez años, ni remotamente podíamos soñar hacer 15”, ha escrito en su blog quien como vasco y persona de izquierdas se significó desde joven en contra de la violencia de ETA.

La banda armada cesó sus actividades en 2011 y se disolvió por completo hace dos años. No ha conseguido ninguno de sus objetivos, ni la independencia ni el referéndum de independencia. Sin embargo, escribe Sordo, se está hablando de “claudicación ante el terrorismo, de venta de Navarra, catalogando de albaceas de ETA a parlamentarios que nunca en la vida militaron en HB, Batasuna o Sortu, o que incluso formaron parte activa del rechazo a los atentados. Da igual. Todo vale, incluso agitar el trampantojo de ETA cuando no hay ETA, con tal de contaminar la vida política y la convivencia no ya en Euskadi sino en el conjunto de nuestro país”.

Crispar es lo que está haciendo la derecha política con unos argumentos que son falaces porque acercar presos de ETA al País Vasco nada tiene que ver con los objetivos políticos de la extinta banda criminal. Cuesta entender qué tiene de escandaloso que se ponga fin a la estrategia de dispersión y alejamiento de esos presos, que seguirán privados de libertad solo que más cerca de sus familias, cuando ETA ya no existe porque fue derrotada por el Estado.

La política es pacto y no pueden haber líneas rojas ni cordones sanitarios contra nadie. Tampoco hacia Vox, claro está. ¿Cómo se puede exaltar el carácter inclusivo de nuestra transición democrática y denostar ahora los pactos en democracia? El problema no es con quién se pacta sino qué se pacta. Los contenidos. Que en Andalucía el popular Moreno Bonilla se sostenga gracias a la extrema derecha no puede ser un anatema como se hace desde la izquierda. Dependerá de qué le cueste ese apoyo en términos programáticos (y democráticos) al PP y también a Cs. Insisto, los contenidos.

Nuestra democracia no es militante y por tanto hay partidos que tienen derecho a no sentirse reconocidos en la Constitución. Lo único innegociable para poder acordar con ellos es que respeten siempre las reglas democráticas y las leyes. Con todo, lo preocupante ahora mismo no es que el Gobierno de coalición saque los Presupuestos con el bloque de la investidura, sino que Unidas Podemos esté imponiendo su estrategia sectaria de echar a Ciudadanos de la geometría de apoyos variables que querría el PSOE. Aquí los intereses de ambos pablos, Iglesias y Casado, son coincidentes. Pedro Sánchez corre el riesgo de caer prisionero de esa lógica de frentes cuando cede -en beneficio de ERC y fastidio del PSC- al eliminar la vehicularidad del castellano en la enseñanza. No hacía falta.

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