CIENCIA Y FICCIÓN

El mundo de Sherlock y Enola Holmes

Leer, descubrir y soñar: del tebeo y las películas, a los libros, héroes y heroínas

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Jordi Serrallonga

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Si tengo que dibujar una secuencia estratigráfica de mis lecturas, el cuaderno 'Primeras Letras' inaugura una historia que continuó con aquellos cuentos troquelados del quiosco: 'Simbad el Marino', 'Los Tres Cerditos'... Después vinieron los tebeos de 'Mortadelo y Filemón', 'Zipi y Zape', y algún que otro cómic: 'El Jabato',' La Patrulla X' y 'El Hombre de Hierro'. Lo importante era que las ilustraciones acompañasen a los diálogos y onomatopeyas, pues todo libro sin estampitas asustaba. Yo era un chaval y no entendía cómo podía leerse algo sin personajes metidos entre viñetas y bocadillos. El capitán Haddock pasó a ser de mis favoritos, pues las peripecias de Tintín corrían por casa, y los galos Astérix y Obélix casi provocaron que me echaran de la biblioteca pública debido a un inoportuno e inevitable ataque de risa; la pena no se hizo efectiva cuando, al señala rel chiste a la bibliotecaria, también estalló en carcajadas.

Varias veces intenté estrenar el grueso volumen de sir Walter Scott, 'Ivanhoe', pero no pasé de la primera página. El texto era larguísimo y la tarea se antojaba una heroicidad, por lo que me quedé con la película de sesión de tarde interpretada por Robert y Elizabeth Taylor. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero descubrí que no siempre es así. El cambio evolutivo fue de improviso. No apunté la fecha. Quizá rondaba los nueve años. En casa de tía Neus y tío Jaume me acerqué a la librería y escogí un volumen al azar. Empecé a leer y no paré hasta que, por la noche, me encontraron en un rincón devorando el libro. Se trataba de 'Estudio en Escarlata' de sir Arthur Conan Doyle.

Fue increíble. Sabía de Sherlock Holmes gracias al cine; había visto algunos films del mítico Basil Rathbone y me había entusiasmado 'El Perro de los Baskerville', donde el personaje lo encarnaba el gran Peter Cushing. Desconocía su origen literario. Había topado con la primera de las novelas; cuando Sherlock y el Dr. Watson se conocen y estrenan sus aposentos en el 221b de Baker Street.

Uno de los pasajes me marcaría para siempre. Watson hojea un artículo donde el autor comenta que, a partir de la observación de una gota de agua, un lógico podría deducir la posible existencia de un Niágara o un Océano. La ciencia de la deducción. El firmante no es otro que el detective, y así trabajamos muchas veces en el terreno de la astrofísica, la arqueología o la paleontología. Sherlock Holmes es mucho más que esa vestimenta y pipa cuya naturaleza no debemos a Conan Doyle sino a las representaciones teatrales e ilustraciones de la época. En efecto, la famosa gorra de cazador es tan licencia literaria como su archiconocida expresión: «Elemental, mi querido Watson».

La pasión por el canon de Sherlock –más el universo expandido ¡holmesiano¡– me ha llevado a buscarle por Oxford en su época de estudiante, imaginarle en las habitaciones que ocupó cerca del Museo Británico, pasear por Baker Street con la intención de dar con él. Incluso almorcé en el restaurante Simpson's para ver si estaba con Watson celebrando la resolución de un caso. Y sabíamos de su hermano Mycroft y del Club Diógenes –donde tengo una cita con Gonçal–, pero nada acerca de su hermana. Muchos la han descubierto en <strong>la recién estrenada película Enola Holmes, </strong>pero no nos olvidemos de los libros de Nancy Springer sobre las aventuras de esta joven investigadora. La heroína que cautivará a muchos lectores al igual que Sherlock me cautivó a mi.

En la pantalla

¿Cómo se imagina uno a su héroe de infancia? Ya sé que le debo a sir Arthur el viciarme con la lectura, y también soy consciente de que llegó a odiar a su personaje hasta el extremo de matarlo de forma prematura, pero idolatro a Sherlock Holmes. Para mí, el mejor del celuloide y la televisión fue y será el ya citado Peter Cushing, aunque no puedo olvidarme de Jeremy Brett en la serie que produjo Granada TV. Christopher Plummer protagonizó la que considero una de las mejores cintas sobre Sherlock: 'Asesinato por Decreto'. Michael Caine le puso una nota de humor en 'Sin Pistas', así como Robert Downey Jr. en las dos entregas de Guy Ritchie. El Benedict Cumberbatch de la BBC se hizo con las audiencias gracias a su papel de Sherlock en el siglo XXI, sin olvidarnos de que Billy Wilder rodó una obra de arte con 'La Vida Privada de Sherlock Holmes'. Me falta espacio para hablar de Sherlock, pero más sobre el «elemental» placer que supone leer, observar y soñar; del tebeo y las películas, a los libros, lecturas, héroes y heroínas que siempre nos acompañarán.