análisis

Vilaseca, el otro 'señor de los anillos'

Josep Lluís Vilaseca

Josep Lluís Vilaseca / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Yo no solo lo respetaba. Yo no solo le escuchaba. Yo no solo le admiraba. Yo no solo le consultaba. Yo no solo lo ponía como ejemplo. Yo, lo quería. Lo quería mucho porque, como siempre me contaba mi amigo infinito Ramón BesaJosep Lluis Vilaseca jamás nos dio primicia (ni noticia) alguna, pero siempre nos facilitó el trabajo, se ganó nuestra admiración y, sobre todo, vital para un periodista, te ponía en la ruta. Muchas veces, cuando terminaba de hablar con Vilaseca, me iba de vacío, pero siempre, siempre, recordaba la frase que un día me contó otro buen amigo, Luis Cuesta, “a mí que no me den, que me pongan donde ahí”.

Vilaseca creía que su trabajo, o desde el sillón político o desde el sillón institucional, desde el Deporte, con mayúscula, no era dar noticias, era ayudar al mundo del Deporte a entender la situación, a comprender el por qué de las cosas y, sobre todo, a conseguir que ese mundo y su entorno, especialmente el humano, el social, el competitivo, tuviese los medios para desarrollarse. Como le dijo a Ramon hace un montón de años, “cuando consiga jubilarme de la jubilación, igual escribo un libro”.

Un ser enternecedor

Vilaseca era enternecedor, era el papá de todos nosotros y, ciertamente, si en algún momento tenías ganas o motivos (pocos, yo no los tuve nunca, la verdad, por culpa de esa complicidad que él, pícaro, tejió con unos cuantos de nosotros), las yemas de tus dedos entraban en calor, ardían e incendiaban las teclas de tu portátil, sabedoras ellas, las yemas de tus dedos y las teclas, que no tocaba, que no se lo merecía.

Recuerdo una conversación maravillosa (perdón, una de 1.435 que tuvimos) en la que me pidió ayuda para que confeccionase un prólogo sobre una guía que iba a publicar (perdón, que publicó) para que los administradores, directores y/o rectores de todas las instalaciones públicas que hacía, que había, que tenía la Generalitat en Catalunya, que eran muchas, supiesen cómo debían sacarle partido a esos pabellones, gimnasios, piscinas y/o campos de fútbol.

“¿Sabes qué podrías hacer, Emilio?”, me comentó en plan redactor jefe, pues también, sí, sí, era bueno en eso, “podrías llamar a los grandes gurús, abuelos, de las históricas ciudades deportivas del Barça, Athletic, Real Madrid, Spórtin de Gijón, Betis, Sevilla…y que te cuenten qué significa educar e instruir a los niños, a los jóvenes, en cada una de las disciplinas y verlos crecer, y ese será el prólogo del libro, porque ese es el principal objetivo de nuestras instalaciones: ayudar a crecer a las personas….y crear buenos deportistas”.

El prólogo de Guardiola

Conversador agradabilísimo (y muy, muy, listo), inteligente, sabía escuchar, dar consejos sin ser oído, es decir, casi con la boca pequeña (casi siempre fuera de micrófono) y, como contó un día Pep Guardiola, en el prólogo del libro de Vilaseca 'Que consti en acta', “Josep Lluís pasaba inadvertido, camuflado entre las personalidades. Aquella elegancia sobria y atenta (…) que remataba la imagen de eficacia y control (...), de omnipresencia, absolutamente discreto, hasta cierto punto distante, casi nórdica, pero jamás altiva y totalmente modesta”.

Ser así no le impidió jamás ser duro y firme como cuando se enfrentó a Javier Gómez Navarro, entonces secretario de Estado para el Deporte. “Me llegó a decir que si el Barça no aceptaba transformarse en una sociedad anónima deportiva, bajaría a Segunda. No pude resistirme y la respondí que antes de que ocurriera algo así, él ya no estaría en el cargo”. Los dueños del Barça siguen siendo sus socios y si Vilaseca no consiguió, con la ayuda de Evarist Murta, que en tiempos de Cortés Elvira se eliminaran los avales para cubrir posibles pérdidas que hoy tantos pleitos generan en el club, fue porque, al final, no quiso Josep Lluís Núñez.

Ya nada se hace como antes. Nada. Muy pocos tienen la capacidad de trabajo de Vilaseca, la intención de buscar y lograr el consenso con diplomacia y, sobre todo, como reconoce Murtra, otro sabio, otro monstruo de los buenos de verdad, “Vilaseca nunca se precipitó, sino que administró el tiempo con una gran inteligencia”. De ahí sus grandes obras o, como poco, su enorme participación en eso, en ayudar a que Catalunya fuese, como lo sigue siendo, líder en el deporte, tuviese sus Juegos Olímpicos (aún los mejores de la historia ¿verdad, Josep Miguel Abad?) e, incluso, obras maestras como el Circuit de Catalunya, que tantas horas de sueño le arrebató al bueno de Josep Lluis.