DOS MIRADAS

Yo y las vacunas

Tanto las clásicas como las genéticas me generan seguridad y su procedimiento me parece incluso poético

vacuna

vacuna / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Sé pocas cosas de las vacunas, excepto que me generan sensación de seguridad. Lo siento por los amigos y los desconocidos que abominan de ellas porque entienden que el compuesto químico es invasivo y trastorna el devenir natural de las cosas. Por suerte. Ya sé que no es cierto, que no son una panacea que cure o evite todos los males, pero cada vez que me he tenido que poner una o que me han dicho que mis hijos tenían que hacerlo, he percibido la imagen de una fortaleza inexpugnable.

Ahora también, a pesar de todos los peros y de todas las prevenciones, y de todos los paréntesis y advertencias que debemos colocar delante y detrás de la vacuna que se erige como el Santo Grial que nos librará de la pena de la pandemia. Tanto si son de las "clásicas" (las que incorporan el virus para que el cuerpo lo detecte) como de las "genéticas" (que vienen con un manual de instrucciones para la detección), el procedimiento me parece incluso poético. Aprovechar el empuje del enemigo para derrotarlo. O tal vez, más que poético, de artes marciales. No elevar diques contra las olas, sino dibujar canales para que se desbrave su potencia hasta que se conviertan plácidamente en lagos.