AL CONTRATAQUE

David Madí y Pilar Rahola

Lo que piensan realmente quienes nos representan políticamente o administran poder solo lo dicen en sus conversaciones personales desinhibidas

Pilar Rahola y David Madí

Pilar Rahola y David Madí / EL PERIÓDICO

Antonio Franco

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A raíz de unas filtraciones policiales vuelve a debatirse el tema de si es correcto difundir una conversación privada entre personalidades públicas cuando se refiere a temas trascendentes que nos afectan a todos. No seré políticamente correcto: no me parece que la cuestión principal sea si esa práctica constituye una falta o un delito (que para las leyes actuales lo es) ni el tipo de sanción que merezca. Tampoco discutiré el principio de que estas revelaciones no deben poder utilizarse jurídicamente contra nadie. En cambio, quizá por mi psicología de periodista, considero que, en algunas ocasiones, si los medios de comunicación disponen de este tipo de filtraciones importantes, la divulgación es conveniente. O mejor, necesaria.

La prioridad es intentar restablecer la verdad y la autenticidad de las cosas, eso que se escamotea casi  por principio en los testimonios que se hacen ante los tribunales pero también en los discursos oficiales de quienes nos representan políticamente o administran poder. Es una pena: lo que piensan realmente únicamente lo dicen en sus conversaciones personales desinhibidas; cuando nos convocan a votar la mayoría de las veces no anuncian lo que efectivamente desean hacer sino lo que consideran que queremos oír. La actual crisis democrática y el desprestigio del sistema vienen en buena parte de ahí.

Cuando dos personas tan relacionadas con el poder como el conseguidor David Madí y la experiodista Pilar Rahola se sinceran sobre cómo conciben que deben funcionar los medios de comunicación públicos de la Generalitat únicamente reflejan que consideran que la institución catalana es personalmente suya y no de todos. Cuando describen las mecánicas de interferencia y presión que ejerce su universo para que ellos y sus compañeros de casta a través de TV-3 consigan política, influencial y remuneratoriamente sus objetivos, nos divulgan las claves de lo que nos pasa. No pierdan tiempo en escandalizarse: limítense a constatar nuestra decadencia y nuestro desgobierno como país democrático, algo que ya conocen. De paso, conozcan mejor hacia dónde conduciría esa ideología liberadora que predican ambos. 

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