Vecina de Sant Antoni

Con risas y alegría

Los barceloneses no estaban enclaustrados en sus pisos cumpliendo las recomendaciones del Govern. Estaban todos ahí, tomando el sol

Marta Buchaca

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El domingo pasado quedé con una amiga que vive en las Corts para ir a pasear. Cuando llegó, pensé que la habían atracado o que algo horrible le había pasado. Pero mi interpretación era errónea: su rostro no era de terror, sino de estupefacción. Bajó desde Travessera de les Corts sin ver a un alma, sintiéndose orgullosa de la responsabilidad y del buen hacer de los barceloneses.  Pero cuando llegó a Gran Via con Borrell lo cosa cambió. Es en ese cruce cuando empieza lo bueno: gente tomando el vermut en los bancos, la ‘superilla’ de Borrell abarrotada, niños jugando, el Mercat de Llibres de Sant Antoni a rebosar, padres y madres en las esquinas cambiando cromos con sus hijos, etcétera.

Confieso que me alegra que el virus no haya matado la vida que siempre ha tenido el barrio. Pero cierto es que me gustaría que algunos de mis vecinos se comportaran de manera un poco más cívica. Se puede salir a la calle, tomar un vermut con la familia o con amigos siguiendo las indicaciones sanitarias. No diré que la gente no use mascarillas, pero muchos las llevan por debajo de la nariz, y claro, para tomar el vermut o la birra, pues se las quitan y santas pascuas.  Pasado el momento de estupor, mi amiga y yo nos despedimos del oasis y pusimos rumbo a la Barceloneta. Fue al llegar al paseo de Joan de Borbó cuando lo entendimos todo. Los barceloneses no estaban enclaustrados en sus pisos cumpliendo las recomendaciones del Govern. Estaban todos ahí,  tomando el sol en la playa, paseando, yendo en bici, en patinete y haciendo 'running'.

Mi amiga, que es de las que confía en la responsabilidad ciudadana, se quedó un poco decepcionada. Pero nos pusimos en la cola y cuando nos llegó el turno, empezamos un lindo paseo junto al mar que nos hizo pasar todos los males. Un paseo seguro, no se alarmen: mascarilla y distancia. Pero conversación, risas, y alegría, que eso, de momento, no nos lo ha prohibido nadie. Y que dure. Porque la alegría y las risas es lo único que nos salvará de esta maldita pandemia.