DOS MIRADAS

¿Cultura segura?

En pocos espacios ha habido tanto control y tanto rigor a la hora de establecer los protocolos sanitarios

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Josep Maria Fonalleras

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La cultura es segura. Es el mantra que figura en la mayoría de reivindicaciones del sector. Se entiende. En pocos espacios ha habido tanto control y tanto rigor a la hora de establecer los protocolos sanitarios. Pero hay un error, en esta reivindicación. Un error de fondo, un error de concepto que va más allá de la seguridad física reivindicada. La cultura no es segura. Esta seguridad implica una zona de confort, el espacio amable donde encontrar un receso, un descanso. La cultura, por el contrario, exige inseguridad, ofrece preguntas sin respuesta, hace que penetremos en la oscuridad sin saber a ciencia cierta si encontraremos la luz que nos consuele, reclama una exigencia moral que está lejos de la placidez.

La cultura, que es poso, también impone el valor de enfrentarse a él para asumirlo y para incorporarlo a la vivencia cotidiana. No hablamos sólo de historias contadas o de supercherías que nos ayudan a soportar el paso inexorable del tiempo, sino de tomar conciencia de todo lo que nos dijeron los antiguos y que ahora resuena como contemporáneo, porque, de hecho, nunca hemos abandonado aquella búsqueda infructuosa, las respuestas que no encontramos a la fragilidad.