DOS MIRADAS

Hacer actividades

Al contrario que el teatro, que no tiene sentido si no hay público, las misas se pueden decir en solitario

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Josep Maria Fonalleras

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Hace años, Vittorio Gassman establecía las diferencias entre el teatro y la misa. Dibujaba un triángulo. En el teatro, uno de los vértices era ocupado por los actores, que emitían su voz, su movimiento. Los otros dos eran de los espectadores. Decía Gassman que la confabulación del triángulo se establecía no solo porque alguien hablaba y otros escuchaban, sino porque también había una relación espiritual, estrecha, entre los vértices que ocupaba el público. Los espectadores "hablan" entre ellos, se comunican, y transmiten esa comunión a los actores.

En la misa, en cambio, se rompía este equilibrio geométrico. El cura oficiaba y los fieles, cada uno en su banco, estaban atentos al mensaje divino, pero no tejían un universo solidario, es decir, no existía una interrelación comunitaria que, al mismo tiempo, retornaba, en forma de pulsión anímica, al oficiante. Por ello, las misas se pueden decir en solitario (no se necesitan creyentes: solo Dios y el sacerdote) y, en cambio, el teatro no tiene sentido si no hay público. Pienso en ello mientras veo a esa multitud en la Sagrada Família y mientras la 'consellera' Vergés dice que "no se puede quedar para ir a hacer actividades".