LA IGLESIA ANTE LAS MEDIDAS ANTI-COVID
Perder el oremus
La Iglesia no puede escudarse en la libertad de culto ni en el ejercicio de unos derechos si no tiene en cuenta la comunidad en la que se ejercitan
Núria Iceta
Editora de 'L'Avenç'
Núria Iceta
Cuando la Iglesia pierde la empatía, lo pierde todo. Y el sábado, en la ceremonia de beatificación de Joan Roig en la Sagrada Família de Barcelona, se evidenció con toda crudeza. En el momento en que desde todas las instancias políticas se nos pide que reduzcamos la actividad social, el Arzobispado de Barcelona considera que mantener la convocatoria para reunir a 600 personas en una ceremonia litúrgica es una buena idea. Aunque estuviera permitida por la norma general, porque el porcentaje sobre el aforo era correcto (incluso inferior) y aprovechando que el espacio es grande (y ventilado), no era tan difícil ver que una cosa es el porcentaje (en números relativos) y la otra el número de personas congregadas (en números absolutos).
Y más cuando esta misma polémica ya la tuvimos en julio con la celebración de un funeral por las víctimas de la pandemia, en un momento en que había menos restricciones que ahora. ¿Cómo es posible que volviera a pasar? Mientras las esforzadas comunidades parroquiales se han organizado en redes de solidaridad, han compartido espacios de oración inventando nuevos formatos continuamente, participan como siempre y más en el tejido asociativo de apoyo a los más necesitados, ¿no había nadie que viera que un acto como este tenía que ser, sencillamente, aplazado? Como hacemos todos, dentro y fuera de la Iglesia. Posponiendo actos, encuentros y salidas, perdiendo trabajos y calidad de vida.
No secundo la acusación de abuso de poder, pero la arrogancia con que se muestra a veces la Iglesia no puede esconderse en las buenas intenciones ni en la inconsciencia. No con tantas víctimas y tantos perjuicios sobre la mesa. Nadie puede escudarse en la libertad de culto ni en el ejercicio de unos derechos si no tienen en cuenta la comunidad en la que se ejercitan. La Iglesia tiene la obligación moral de servir a la comunidad, y sin empatía no se puede ni salir de casa. Perdieron el oremus, pero el comunicado de disculpas es un primer paso para recuperarlo.
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