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Trump, más allá de América
El 'trumpismo' es una reacción de rechazo con precedentes y réplicas en varios países de Europa
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Parece que Joe Biden será presidente. Tiene 4 millones de votos más que Trump, pero todavía está en 253 del colegio electoral y necesita 270. Biden ganará, pero con un margen estrecho, la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes será menor que la actual y puede que los republicanos no pierdan el Senado. La tan esperada marea azul que auguraban las encuestas era pues puro espejismo.
¿Por qué se han equivocado tanto todas las encuestas? ¿Por qué los grandes medios no han captado la realidad de una América muy partida? Puede que electores de Trump lo ocultaran en los sondeos. ¿Voto oculto vergonzante? Puede que en el último momento –Trump hizo un final de campaña espectacular para haber acabado de pasar el coronavirus– hubiera más cambios de voto de los detectados. Y muchos columnistas confundieran sus deseos con la realidad.
Joan Cañete, en un brillante artículo en EL PERIÓDICO del viernes, apuntaba a la incapacidad de los medios europeos para entender la América de hoy y las razones de la popularidad de un presidente erigido en caudillo. Cierto, pero el error ha sido también de los grandes medios americanos y de un semanario tan solvente como ‘The Economist’, que solo daba a Trump un 3% de posibilidades. Si llega a darle el 6%...
Fenómenos similares
Trump ha perdido, pero por poco. Y se ha visto la atracción del electorado por un presidente autoritario que enarbola el America First, el proteccionismo, minusvalora lo extranjero y la inmigración y ataca el “progresismo de las élites”. Y que sin la pandemia quizá habría ganado.
Lo que se reconoce menos es que fenómenos similares se están dando también en Europa. Las ideologías y valores progresistas han perdido gancho porque el comunismo fracasó y la socialdemocracia es poco utopista. El liberalismo tampoco ha salido bien parado de la crisis del 2008 y las democracias cristianas se enfrentan a un mundo secularizado y papados (Montini, Wotjyla, Ratzinger, Bergoglio) a veces contradictorios. En el mundo globalizado muchos empleos industriales han emigrado a países antes subdesarrollados con salarios más bajos. Las redes sociales relativizan los valores clásicos cuando no los desenmascaran. Las ciudadanías se enfadan ante las limitaciones al bienestar social y rechazan a quienes no saben o no pueden mantenerlo. En este mundo hay caldo de cultivo para los políticos que exaltan la nación (existe y tiene lengua), la autoridad que manda (y protege), y acusan de todos los males a los partidos.
El 'trumpismo' ha crecido seduciendo a buena parte de los trabajadores de estados industriales como Ohio, Michigan y Pensilvania castigados por la globalización (y China). Pero también hay ‘trumpismo’ en Europa.
Berlusconi
En Italia, el desprestigio de la democracia cristiana (corrupción) y del PCI (fracaso del igualitarismo ruso) llevó a los jueces ‘mani pulite’ y liquidó a una clase política. Y ahí emergió la Forza Italia de Silvio Berlusconi, un multimillonario como Trump, pero con el aire amable del antiguo “gondolero veneciano”. Luego Beppe Grillo y Matteo Salvini, más toscos, no han llegado a conquistar el poder.
En Gran Bretaña el Brexit es un fenómeno nacionalista, que dice que Europa roba el dinero de los ingleses. Y Boris Johnson es un populista, con descaro a lo Trump, que se ha cargado a dos primeros ministros conservadores (Cameron y Theresa May) y a un líder laborista excéntrico (Jeremy Corbyn). Y tiene mayoría absoluta.
Incluso Francia. El fin del PCF, la insatisfacción con las presidencias aún míticas de la izquierda y el gaullismo de Mitterrand y Chirac, y el fracaso sucesivo de la derecha de Sarkozy y el socialismo de Hollande llevaron a que el Frente Nacional de Marine Le Pen, de extrema derecha pero con mucho voto en barrios obreros, pudiera ganar la presidencia. El tapón fue el caudillismo –este sí, culto y proeuropeo– de Macron, arropado por parte de la derecha y la socialdemocracia.
Vacuna alemana
Alemania se libra, al menos por ahora. Por la vacuna histórica y la relativa solidez del CDU de Merkel y de un SPD a la baja, además en gran coalición.
¿España? Los fallos del PSOE y el PP nutrieron al populismo radical de Podemos y luego al de derechas (Vox). Pero Sánchez ha embridado a Iglesias (por ahora) y Abascal tiene votos, pero solo es un exfuncionario del PP que se hunde ante un buen discurso, centrista y europeísta, de Pablo Casado.
¿Catalunya? Todo complejo. Habrá que analizar el anticatalanismo y el desprecio a España. Y si fue primero el huevo o la gallina.
El ‘trumpismo’ no es propiedad de los americanos. Vive también entre nosotros.
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