Opinión | EDITORIAL

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La moderación vuelve con Biden

El candidato demócrata no despierta grandes entusiasmos, pero, por contraste con el infame ejemplo de Trump, tiene el peso moral para corregir sus excesos

El candidato demócrata a la presidencia Joe Biden, en Iowa, el 3 de febrero del 2020

El candidato demócrata a la presidencia Joe Biden, en Iowa, el 3 de febrero del 2020 / periodico

El triunfo de Joe Biden en Estados Unidos en medio de una fractura social sin precedentes y con Donald Trump dispuesto a hacer cuanto haga falta para enturbiarlo llena de incógnitas el futuro del país, que lo afronta zarandeado por una crisis de identidad sin precedentes. Nadie puede aventurar hoy si la victoria del candidato demócrata servirá para serenar los ánimos y recuperar el respeto por las convenciones políticas de una vieja democracia o si exacerbará las pasiones. Biden es un político moderado con larga experiencia y que no ha caído en el error de imitar las artes de Trump, pero hierve la calle, sigue intacto el agravio racial, la batalla en los tribunales se pronostica larga y sin tregua y las repercusiones sociales y económicas de la pandemia ahí están para ensombrecerlo todo.

Está elección presidencial ha sido en última instancia un referéndum en el que se ha sometido a dictamen la figura de Trump y su populismo descarnado. Los triunfos de Biden en los estados que han decidido la elección 'in extremis' responden en gran medida a la movilización del voto contra el presidente más que a favor del aspirante del Partido Demócrata, pero quizá esto sea suficiente para encauzar, siquiera sea parcialmente, una vuelta a algunas de las constantes de la política estadounidense en el plano interior y en la agenda internacional. Biden no despierta grandes entusiasmos en muchos sectores del universo demócrata, pero el simple contraste con el infame ejemplo dado por Trump le otorga el peso moral para corregir los excesos del 'trumpismo', apaciguar la calle y someter a vigilancia expresa la venenosa miríada de movimientos de extrema derecha.

Regresar al Acuerdo de París para afrontar la emergencia climática, modular la rivalidad con China, restablecer la complicidad con los aliados, canalizar los flujos migratorios y articular un modus vivendi con Cuba y con Venezuela, vapuleada por una crisis humanitaria de grandes dimensiones, y sofocar la crispación con Irán son metas posibles de alcanzar por un presidente que, a tenor de sus palabras, desea volver al multilaterialismo. Lo que no significa que modifique demasiado el enfoque del apoyo a Israel, que resuelva el disenso con Rusia y que posibilite un cambio de ciclo en las relaciones con Corea del Norte. Es muy tupida la red de intereses tejida por Trump durante su mandato como para sea posible deshacerla y es una osadía dar por seguro que cuanto ha hecho el presidente saliente desagrada al 'establishment' demócrata.

Lo que sin duda no cambiará en absoluto, sino que ha echado raíces para seguir en el candelero, es el populismo ultraconservador practicado por Donald Trump, envuelto en la bandera, excluyente y divisivo, pero con un gran poder de captación. Es esta una oferta política que seguirá ahí, dispuesta a desafiar todas las convenciones y a erosionar las bases de la democracia. Nada volverá a ser como antes porque el colchón de votos del 'trumpismo' ha desbordado al Partido Republicano y se ha convertido en un movimiento desafiante con personalidad propia y largo recorrido.