ANÁLISIS ELECTORAL

Aunque gane Biden, los demócratas habrán perdido

El partido ha hecho gala de una soberbia intelectual que menosprecia a los que no comprende, y no propone un modelo social alternativo al que ha hecho que Trump gane más votos

Joe Biden se ha dirigido a los estadonidenses este miércoles para pedir calma.

Joe Biden se ha dirigido a los estadonidenses este miércoles para pedir calma. / periodico

Ruth Ferrero-Turrión

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Trump lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a demostrar que tiene una base social amplia y fiel, y qué base. A estas horas todavía no sabemos quién será el próximo presidente de Estados Unidos. Pero lo que sí podemos afirmar es que estas elecciones han dejado una participación récord que hará que Biden y Trump sean los candidatos más votados de toda la historia. Ambos superarán con creces los 70 millones de votantes cada uno en el proceso electoral norteamericano con un mayor índice de participación, que roza el 67% con más de 160 millones de votos emitidos. De ellos, además, 100 millones se han realizado por correo en un año en que la polarización y la pandemia marcan el resultado el electoral.

Es sorprendente, sin embargo, que desde este lado del océano todavía genere sorpresa la victoria de un personaje como Donald Trump en el 2016, y sobre todo en el 2020, en que ha incrementado en 3 millones de votos su base electoral. Fueron muchos los analistas electorales que apostaron por una victoria clara y contundente de Biden. Y muchos también los que a medida que iba transcurriendo la noche iban sufriendo un cambio llamativo en el lenguaje corporal, pero también en el rostro. Llamó mucho la atención la forma acrítica y benevolente con que los análisis se aproximaban al candidato demócrata, uno de cuyos pocos méritos era, simplemente, que no era Trump. Para colmo de males, las encuestas volvieron a errar, y eso a pesar de todas las modificaciones que se habían realizado desde su última catástrofe.

Intensa fractura

El primer toque de atención llegó con la asignación de Florida al bando republicano; el ‘swing state’ por excelencia se quedaba en manos de Trump. La marcha triunfal de Biden no estaba ya tan clara. La democracia dormida sumida en la anomia y la baja participación que se estudiaba en los libros de ciencia política de los 90 ya no existe más. Entonces nos preguntábamos por las razones últimas de esa aparente apatía que generaba una baja representatividad de las demandas ciudadanas y estudiábamos un sistema complejo y decimonónico. Ahora nos sobresaltamos al observar la intensa fractura interna que vive la sociedad estadounidense y que hace que los índices de participación se incrementen exponencialmente, al tiempo que se dispara la conflictividad social, pero siempre dentro de ese mismo sistema que no se ha alterado de manera sustantiva en más de 100 años.

Trump no era el tonto que todos creían. Y Biden no era aquel líder capaz de, con su extrema moderación y ausencia de propuestas, obtener una victoria clara sobre el que todos consideraron un loco. Gane o pierda el candidato demócrata es solo un parche en la errática deriva de un Partido Demócrata que no consigue enderezar el rumbo ni hacerse un hueco más allá de los Starbucks y las universidades de élite. Los aires de superioridad de la izquierda urbana y cultivada han jugado claramente a favor de Trump. Una parte importante del partido demócrata parece no darse cuenta de que importantes colectivos están hartos de no ser tomados en cuenta, hartos de que la ilustración urbana les diga lo que tienen que hacer y cómo sin mayores explicaciones.

Hacerse oír

Esta percepción se ha visto, además, reforzada por las metáforas que en esta dirección han planteado Barack Obama y el propio Biden. La ausencia de escándalos permitirá que la clase media urbana pueda tomar el ‘brunch’ el domingo en Central Park, mientras piensa en la serie que verá por la tarde en alguna plataforma digital. Pensarán y hablarán de política cuando toque ‘El lado oeste’ o ‘House of cards’. Mientras, en el medio oeste o en el cinturón de óxido, la clase trabajadora seguirá sufriendo el precariado, desayunando café con leche y pan en su casa los domingos y preguntándose por qué razón deben votar a Biden, cuando la única manera de hacerse oír es votar a Trump.

Aunque gane Biden, los demócratas habrán perdido. Y lo habrán hecho en buena medida como consecuencia de una soberbia intelectual que menosprecia a aquellos que no comprende, y no propone un modelo social alternativo al que ha hecho que Trump gane más votos. Si en unas circunstancias tan favorables al voto demócrata y con millares de muertos por el covid-19 los demócratas no han arrasado, parece obvia la necesidad de renovación del partido y, sobre todo, de la estrategia política.

Por suerte, todavía contarán con dirigentes como Alexandra Ocasio-Cortez, que a buen seguro darán la batalla para una renovación del partido. Si esta reflexión y relevo no se producen, pronto no quedará nadie que pueda realmente enfrentarse al desmantelamiento de la democracia liberal americana.

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