LA 'NASA' CATALANA

El astronauta Puignerò

Con 15 millones, lo que el 'conseller' dice que cuesta poner en marcha la agencia espacial de Catalunya, EEUU no viste al astronauta que Trump quiere que pise Marte

puignero

puignero / periodico

Sergi Sol

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El belga Hergé mandó a Tintin a la Luna en 1950 con un ingenioso cohete y un paseo espacial visionario, junto a sus inseparables Haddok y Milú. Mucho antes, el francés Julio Verne ya imaginó un viaje a la Luna, en 1865. Su cohete, también tripulado, era lanzado al espacio por un cañón de pólvora nada más y nada menos que en Cabo Cañaveral, cuando la NASA ni por asomo tenía visos de ser concebida. Por esos años, en tierras de los yanquis Biden y Trump, andaban a cañonazo limpio librando una guerra sin cuartel.

Catalunya también debía tener su visionario. Aunque no tan precoz. Ahí está el nada modesto ‘conseller’ Puignerò anunciando a bombo y platillo la creación de la NASA catalana por 15 millones de euros. Cabe decir que 165 millones de euros es lo que costó el fichaje de la última estafa brasileña del Barça. Y que 150 millones es lo que se lleva cada año Messi, estrella en ocaso, de las arcas del Club. En Madrid, los medios se han llevado como siempre las manos a la cabeza por tamaño despilfarro y se han montado el melodrama a cuenta de la pandemia que azota a nuestra sociedad. Y aunque tal vez el momento no es el más oportuno y que es fácil hacer demagogia frente a las acuciantes necesidades sanitarias, sociales y económicas que se derivan, no es menos cierto que es imprescindible visualizar el futuro. Nadie hubiera dicho nada si la inversión hubiera sido para concretar una línea de montaje de alguna mutinacional alemana.

El futuro es I+D, imaginación y planificación estratégica. De hecho, de lo que deberíamos reírnos no es ya de las habituales y despectivas monsergas del jacobino nacionalismo español. De lo que deberíamos sonrojarnos es del fanfarrón anuncio de Puignerò de calificar esa apuesta, mísera, de NASA catalana. Con 15 millones, los americanos no visten al astronauta que Trump quiere que pise Marte. No llega ni para un buen regalo a Corinna. Otro tanto, si fuera cierto, como alardea el ‘conseller’, que cada millón invertido en su NASA multiplica el valor por 15, lo incomprensible es que no haya puesto toda la carne en el asador.