La hoguera

El asesino de la abuela

No eres tú quien asume riesgos si tienes comportamientos caprichosos, sino que obligas a tus mayores a asumirlos y, con frecuencia, ocultándoles una información vital. Así que si vas de fiesta, que todo tu entorno lo sepa

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zentauroepp55691545 opinio201103203221 / AP / ALBERTO PEZZALI

Juan Soto Ivars

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Una campaña canaria muestra una fiesta de adolescentes en una azotea. Un telefonazo levanta del sofá a uno de los chicos y pasamos a oír la conversación con su madre, que le dice que la abuela está gravísima y que no pasa de esa noche. “Tiene covid”. La madre no entiende cómo lo ha pillado con el cuidado que ha tenido toda la familia. El chico al principio tampoco entiende. Dice que visitó a la abuela hace dos días y estaba bien. “¿Tú no estarás yendo de fiesta?”, pregunta la madre, y el chaval se cae del guindo. “No”, miente. Qué va a decir. La campaña finaliza con un “+1” que transmuta a la abuela en cifra.

El dilema de fondo se ha dado en millones de familias españolas, en todas: las visitas de los nietos dan la vida a los abuelos y al mismo tiempo existe el riesgo de que se la quiten. ¿Cuántos abuelos han muerto por una visita, con o sin fiesta? ¿Cuántos se mueren de pena porque nadie los va a ver? El covid nos pone en un dilema imposible. Es una enfermedad y al mismo tiempo una maldición. Invisible y asintomático en la mayoría de los jóvenes, su sutileza los transforma en balas invisibles disparadas contra los pulmones de sus abuelos.

La campaña canaria podrá sonar machacona a estas alturas pero tristemente no lo es. Todavía hay gente que no entiende cómo funciona esto, cuál es el pacto que el covid nos obliga a hacer con el diablo. Yo mismo lo veo a mi alrededor cada vez que mis amigos me mandan fotos de fiestas en pisos y me dicen que me echan de menos. Me pregunto si también se las mandan a sus padres, para informarles.

Para mí esta es la clave de bóveda. Me pregunto cuántas vidas ha costado ser vergonzoso a la hora de contar a los demás que hemos asumido un riesgo. Porque hay que recalcar esto mil veces: no eres tú quien asume riesgos si tienes comportamientos caprichosos, sino que obligas a tus mayores a asumirlos y, con frecuencia, para colmo, ocultándoles una información vital. Así que si vas de fiesta, que todo tu entorno lo sepa. Ocultar tus fiestas a tu familia es hoy un acto criminal.

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