Las librerías como reducto cultural

Durante el confinamiento de primavera, coincidiendo con la celebración de Sant Jordi, las librerías echaron mano de la imaginación para sostener el negocio y, después, durante el verano, la sensación es que las ventas no solo se recuperaron, sino que experimentaron una subida continuada que se ha estabilizado debido al hecho que, hoy por hoy, con las restricciones en museos, galerías y bibliotecas y la paralización de los espectáculos, la librería es el único centro de atracción cultural que se mantiene en pie. Muy distinta es la situación en Francia, con un clamor encabezado por la alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo, para que no se vean sustituidas por las plataformas digitales a las que ha denostado incluso la ministra de Cultura.

Los premios de mayor prestigio (el Goncourt, el de la Academia Francesa o el Renaudot) han aplazado asimismo su veredicto hasta que las librerías puedan abrir de nuevo. El sistema 'click and collect' (encargar por internet y recoger en el local) es, por ahora, su único medio de subsistencia. Y seguirán deber pensando nuevas alternativas, igual que los lectores deben renovar su confianza en ellas: cuando muere una librería también muere un poco el barrio y la ciudad entera.