AL CONTRATAQUE

No hay tregua

Es contraproducente que Fernando Simón sea noticia por temas estrafalarios como sus paseos en globo o sus charlas con 'youtubers'

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Cristina Pardo

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Nunca me cansaré de denunciar la estrategia de comunicación tan desconcertante con la que nos están haciendo afrontar la pandemia en nuestro país. Me refiero a la confusión constante, a decir una cosa y la contraria o a la inconsciencia de algunos portavoces que tan pronto hacen un chiste como informan de la cifra diaria de muertos. Por ejemplo, ¿qué debe hacer un ciudadano al que a la misma hora el alcalde de Madrid le anima a salir a la calle para consumir y el vice consejero de Salud Pública le pide que se quede en casa y solo salga para lo imprescindible? Fiarse del sentido común, en caso de que lo tenga, pero mezclado ya a estas alturas con el cansancio y la ausencia de un dibujo claro del estado de las cosas.

Por otra parte, resulta muy difícil de entender que el Gobierno diga que deciden las comunidades autónomas y luego, cuando estas reclaman un confinamiento domiciliario, la respuesta sea que, de momento, no. Entonces, ¿quién está decidiendo y en base a qué? Este es el día a día: un ir y venir de opiniones diversas basadas siempre en anónimos expertos. A todo esto están las controversias paralelas que generan los portavoces autorizados. La última polémica de Fernando Simón ha sido por sus comentarios jocosos sobre “enfermeras infecciosas”.

Es contraproducente que aquel que cada día nos dice cómo estamos, a dónde vamos y cuántos morimos, sea noticia por temas tan estrafalarios como que se está tirando en globo o que está charlando con unos 'youtubers'. No me parece mal el hecho de que acuda a esas citas, porque intento pensar bien y enmarcarlo en una estrategia de comunicación para llegar a sectores de la población a los que de otra manera no tendría acceso. Lo que pasa es que no lo parece, porque en lugar de utilizarlo como una oportunidad para concienciar a ese público, se dedica a meterse en líos. Simón parece haber sido engullido por su personaje y los ciudadanos necesitamos portavoces que cuiden el respeto que se les ha concedido, que nos den pocos mensajes y que sean inequívocos. En definitiva, una tregua que acabe de un plumazo con estos niveles de confusión. 

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