Análisis

Vandalismo, ira y ultraderecha

Recordemos que los fascismos fructificaron en Europa en momentos que la ciudadanía se sentía abandonada

Unos 150 radicales han protagonizado los disturbios nocturnos en Logroño.

Unos 150 radicales han protagonizado los disturbios nocturnos en Logroño. / periodico

Xavier Rius Sant

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No hay una única causa, ni unos únicos responsables de los estallidos de violencia del fin de semana en distintas ciudades, tras protestas pacíficas de trabajadores perjudicados por el cierre de actividades económicas, de grupos negacionistas y de contrarios al toque de queda. Actos violentos al que se sumaron jóvenes de una o ninguna ideología, ansiosos de enfrentarse con la  policía. Incidentes que más allá que algunos sectores de la ultraderecha los incite, participe o quiera obtener réditos, parten del profundo malestar y desasosiego con que la ciudadanía afronta esta segunda ola.

Y es que a la gente no le gusta que se la trate de manera infantil. Afirmaciones como “todo irá bien” o “saldremos más fuertes como sociedad”, son un insulto para aquellos trabajadores y empresarios que, sin haber hecho nada mal, se ven abocados a la ruina, para los que una rebaja de la cuota de autónomos o la reducción del alquiler no significa solución alguna. Ciudadanos que se sienten olvidados por las instituciones. Y recordemos que los fascismos fructificaron en Europa en momentos que la ciudadanía se sentía abandonada.

Ahora la ultraderecha no pretende destruir el sistema democrático, pero aprovecha esta crisis para desestabilizar y crecer. Vox y los comunicadores de su entorno jugaron un papel importante alentando en mayo las caceroladas en Madrid, contra el confinamiento. Y ahora Vox, con su rechazo al estado de alarma y al toque de queda, ha alentado las protestas. Al acusar Santiago Abascal en el Congreso a Pedro Sánchez de someterse al “especulador financiero y conspirador George Soros”, legitima las teorías conspirativas sobre poderes ocultos que crean o se aprovechan el virus para destruirnos.

Los incidentes del viernes por la noche en Barcelona comenzaron tras una manifestación en la que se mezclaban colectivos laborales, contrarios al toque de queda, negacionistas y militantes ultras como 'hooligans' del fútbol, moteros neonazis y jóvenes habituales del 12 de octubre en Montjuïc, dado que desde Telegram  y grupos de Whastapp se convocaba a asistir. Y tras los primeros incidentes el diputado de Vox Ignacio Garriga hizo un tuit comprensivo con los manifestantes. La ultraderecha pensaba asistir a la manifestación que se convocaba para el sábado por la tarde en Sant Jaume contra el estado de alarma, a la misma hora que se convocaba la de Arran en la catedral con el lema 'Barcelona zona de guerra'.

Pero la difusión del <strong>vídeo del robo de bicicletas </strong>en un establecimiento, en el que parece que algunos de sus autores serían jóvenes extranjeros, hizo que Vox y los otros grupos de la ultraderecha decidieran sacar rédito a las mismas, condenar los altercados y no acudir a la manifestación de sábado, confiando, como así fue, que la manifestación de Arran contra el desalojo de Vallvidrera acabase con actos violentos. Pero más allá que condenemos la manipulación que la ultraderecha haga de la ira, el malestar social seguirá creciendo. Y será irrelevante al final quien lance la primera piedra.