ANÁLISIS

El orgullo por delante de los títulos

Falta un Ronaldinho, pero la ilusión esta vez la encarna la juventud, de Ansu, Pedri o Dest

Pedri y Ansu Fati, en el clásico.

Pedri y Ansu Fati, en el clásico. / periodico

Sònia Gelmà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Escojan una victoria fuera de casa de las últimas temporadas. Uno de esos tantos partidos en que el equipo está atascado y acaba ganando por las individualidades. Habrá muchos, la mayoría de ellos los habrá resuelto alguna genialidad de <strong>Messi.</strong> Partidos que nos parecían trámites y que nos podían hacer pasar la tarde, sin demasiado entusiasmo. Si ustedes son barcelonistas, habrán sido críticos con el juego, pero asumían que esos partidos eran necesarios para ganar la Liga. 

Lejos había quedado aquella época en la que casi cada partido, en casa o fuera, era un espectáculo. Días dorados en las que el juego del Barça era la envidia de toda Europa, por el qué, pero también por el cómo. 

Nos costó, el Tata Martino lo sabe muy bien, pero finalmente aceptamos la realidad, que aquello había pasado. Supimos disfrutar de otra cosa. Con el tridente, por ejemplo, de la contundencia. Y también hubo partidos buenos, claro. Cada vez menos. Fue un proceso progresivo, el resultadismo nos fue invadiendo casi sin darnos cuenta. Y de pronto, solo quedaba conformarse con los partidos funcionariales, porque no podíamos aspirar a más. 

Conseguir ver un buen partido del Barça ya era la excepción, hasta que el agosto pasado, el Bayern destrozó un proyecto que ya era decadente. Ya nos había alertado el Liverpool la temporada anterior pero puesto que el club no se dio por aludido, llegó el fútbol para informarnos de nuevo, alto y claro. Esa derrota removió los cimientos del club, y aunque con algo de retraso, aquella noche se ha llevado por delante desde el entrenador hasta el presidente pasando por algunos jugadores. 

"Koeman no tiene un proyecto presidencial detrás, pero goza de la manga ancha que tuvo en su día Rikjaard"

Y ahora es cuando, fruto de la necesidad, en la crisis encontramos la oportunidad. El listón está tan bajo, que el equipo y su entrenador pueden permitirse la paciencia que, con viejos nombres, no se hubiera consentido. El resultado ha dejado de ser importante a la espera de un bien mayor, el de recuperar el orgullo. Y es en este ambiente en el que se puede tolerar un empate en Vitoria que aleja al Barça de las opciones ligueras. 

Piensen en los improperios que les vendrían a la cabeza si el remate que falló Ansu en la primera parte ante el Alavés, lo hubiera fallado Griezmann, o Coutinho, o incluso Dembelé. Porque Ansu es un joven que ha salido de la Masía y que cumplió este fin de semana la mayoría de edad. Y ese joven permite al barcelonismo presumir de futuro, aunque luego se deje un pedacito de liga en Vitoria.

Ronald Koeman no tiene un proyecto presidencial detrás, pero goza de la manga ancha que tuvo en su día Frank Rikjaard, cuando en el 2003 llegó a un equipo tras cinco años sin título. Falta un Ronaldinho, pero la ilusión esta vez la encarna la juventud, de Ansu, de Pedri o de Sergiño Dest. Una regeneración que el equipo pedía a gritos pero que los títulos evitaban.  

El crecimiento del equipo no tiene porqué ser incompatible con los títulos. Pero para ello, la savia nueva que aporta la novedad necesitará de una mejor versión de Messi. Y para ello, la receta siempre ha sido la misma, que sea feliz. ¿Lo será?