Opinión | Editorial

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Administraciones desbordadas

El colapso administrativo generalizado impide o dilata una actuación firme, concreta y urgente para al menos aliviar la pobreza más extrema

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Como explica una responsable del Col·legi de Treball Social de Catalunya en el reportaje que publica EL PERIÓDICO, «la miseria nos está desbordando». Se refiere no solo a la galopante crisis económica y vital que padecen muchos ciudadanos en una situación altamente precaria, sino también al colapso administrativo generalizado que impide o dilata una actuación firme, concreta y urgente para al menos aliviar la pobreza más extrema. A la presión del paro, la imposibilidad de hacer frente al alquiler, el desahucio, la falta de los mínimos recursos vitales o los problemas para legalizar su situación, se añaden un cúmulo de despropósitos burocráticos que imposibilitan, en la práctica, la agilización de los trámites que permitirían a muchas familias sobrellevar estos momentos dramáticos.

Es una montaña rusa de dificultades que empieza en los ámbitos de la administración que gestiona el IMV –ingreso mínimo vital– (solo un 6,7% de las personas que lo han solicitado lo están cobrando en Catalunya y apenas un 10% en España) y acaba en la saturación de los servicios sociales municipales, pasando por las trabas y dilaciones en las tramitación de permisos de extranjería, las listas de espera en los centros socioeducativos para menores en riesgo de exclusión o la Renda Garantida de Ciutadania (RGC), una prestación que lleva el doble de retraso en concederse y que, además, en un círculo vicioso, no se puede solicitar hasta la denegación del IMV.

El pescado que se muerde la cola es un asunto recurrente porque o bien se necesitan permisos que no pueden gestionarse y que son imprescindibles para conseguir otros beneficios (estar empadronado, por ejemplo, para acceder a la tarjeta sanitaria) o bien se trata de complejos entramados administrativos que las entidades del tercer sector se afanan en tramitar para personas que viven al límite. Por si fuera poco, existe el agravante del cierre de oficinas de la Seguridad Social o de Atención Ciudadana, que todavía dificultan más la cotidiana lucha por lo más imprescindible, hasta producir estados de desesperación difícilmente controlables. 

Las organizaciones humanitarias, una última baza para sobrevivir en estos momentos dramáticos, se ven asimismo superadas por el alud de peticiones, alimentarias y habitacionales. No es solo una situación crítica coyuntural sino que amenaza con convertirse en otro tipo de pandemia contra los mínimos de dignidad y subsistencia, que sacude el presente de los cimientos sociales y atenaza el futuro.