Opinión | Editorial

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La solidaridad europea, también sanitaria

No tiene sentido que unos países adopten medidas drásticas y los esfuerzos se malogren porque otros se comprometen a menos

cumbre europea coronavirus

cumbre europea coronavirus / periodico

Los acuerdos del <strong>Consejo Europeo</strong> del jueves fueron francamente modestos en orden a unificar criterios para combatir la pandemia y doblar la curva de contagios. Recomendar que los viajes se reduzcan a lo estrictamente necesario, que se realicen análisis masivos y que todos los estados reconozcan los resultados e intensificar los preparativos para cuando esté lista la vacuna son solo puntos de partida para una acción concertada, pero cabía esperar más para evitar que la expansión de la enfermedad siga descontrolada.

Es suficiente cotejar la diversidad de estrategias con las que los Veintisiete afrontan la pandemia para concluir que mayores coincidencias de criterio redundarían en una previsible mejora de los resultados. Todos los gobiernos persiguen llegar a la Navidad en condiciones suficientes como para dar un respiro a la economía, pero la variedad de fórmulas adoptadas hace temer logros desiguales y una campaña de invierno con resultados críticos. El diagnóstico de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no admite dudas, «la situación es muy grave y debemos intensificar nuestra respuesta». Pero los socios actúan de momento poco menos que en orden disperso, condicionados los gobiernos por la política interna de cada Estado.

Los gobernantes quieren evitar una situación de confinamientos encadenados como los de la pasada primavera, pero para alcanzar este objetivo es indispensable ahora la unidad de acción de los Veintisiete y olvidarse de la falsa dicotomía entre protección de la salud y de la economía. Sin superar las amenazas que plantea la segunda ola –más fallecimientos, saturación hospitalaria, crisis extrema en muchos sectores– es imposible poner a salvo la actividad económica más allá de aquella relacionada con las necesidades básicas. No tiene sentido que algunos países adopten medidas drásticas y prolongadas y que otros se comprometan a mucho menos. No solo porque seguramente estos últimos obtendrán a la postre peores resultados, sino porque pueden empeorar la situación de sus vecinos. La solidaridad europea puede adoptar muchas formas y la de la unidad de acción para combatir el mal es una de las más necesarias, es casi una exigencia moral.