VECINO DEL EIXAMPLE

Entre guiris y manis

Transeúntes en un paseo de Gràcia casi vacío, a la altura de la Pedrera, el pasado 10 de julio

Transeúntes en un paseo de Gràcia casi vacío, a la altura de la Pedrera, el pasado 10 de julio / periodico

Juli Capella

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Vivo entre la Pedrera y la Delegación del Gobierno. Entre turistas y manifestaciones. Pero eso era antes. Ahora mismo el barrio parece un tranquilo erial. Algunos quioscos del paseo de Gràcia ya ni abren, nadie compra gorras del Barça, botellines o 'souvenirs'. Y como de vender diarios no viven, pues chapan. Pero tiendas como Gucci, Chanel, Hermès, Versace, Prada, Valentino, Cartier… Siguen abiertas, impertérritas al vacío interior. En Nueva York, me cuentan, todas las tiendas de la Quinta Avenida están tapiadas con maderas. ¿Cuánto tardará en suceder aquí?

Las colas de la Pedrera han desaparecido y puedes pasear tranquilamentecon el cochecito –a lo sumo te cruzas con Ana Viladomiu “la última vecina de la Pedrera”– camino al jardín del Palau Robert. A chocar con otros carritos de padres desubicados buscando aparcar niños ante la ausencia de parques o ni que sea, una placita dura. No hay ni eso por aquí. En la flamante Casa Seat, al menos te dejan colarte a cotillear la última moto y patinete eléctricos.

La gente que se queja de las intervenciones de urbanismo táctico debería venir a visitar la proeza táctica que protege la Delegación del Gobierno, en Mallorca con Roger de Llúria. La acera del chaflán está cortada, y un túnel de cutres vallas invade la calzada rodeándola para que una furgoneta de policía pueda estacionar allí tranquilamente. Llevamos así casi dos años. Pero ya no hay manifestaciones independentistas en la zona. Me temo que las vallas han echado raíces. Con suerte un día pasará un chatarrero –han proliferado–, y ante un despiste del policía de guardia las arrambará con su carrito; el metal se paga bien.

Me entero de que justo la manzana donde vivo albergó en su día el Jardín de los Campos Elíseos, zona de diversión y asueto del barcelonés. Y más tarde también el Teatro Lírico, creado por Evarist Arnús, foco de ópera y zarzuela. Hoy, cómo no, el terreno lo ocupan varios hoteles y unos pocos vecinos. Ni diversión ni cultura, pero muchas tiendas de lujo que jamás pisaremos.