Dos miradas
Paseo nocturno
Aunque la noche te sea un territorio ajeno, quizás es entonces, aún con más ímpetu, cuando sientes la tentación de pasear por sus viales
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
Vivimos una primera noche de <strong>"restricción de la movilidad nocturna"</strong>, que es como los políticos en general quieren que identifiquemos el toque de queda. Una pretensión vana, como es evidente, porque a pesar de las connotaciones bélicas es mucho más productivo, para un periodista (mejor dicho: para todos), hablar de toque de queda que utilizar el eufemismo que se han inventado. Primera noche y extraña sensación de volver al claustro forzado cuando, de hecho, una gran parte de la población, a estas horas, siempre está en casa.
En teoría, solo los noctámbulos recalcitrantes, los espectadores de cine o teatro, los que abrazan “la noche del misterio" y que entran en ella "con ojos encendidos", como decía Vinyoli, ven restringidas sus expectativas. Sin embargo, aunque tu rutina sea la de la inmovilidad, cerca del fuego, aunque la noche te sea un territorio ajeno, incluso extraño, incluso hostil, aunque te duermas temprano en la madriguera de la comodidad, quizás es entonces, aún con más ímpetu, cuando sientes la tentación de pasear por sus viales. La prohibición lleva implícito el afán de subvertir la norma, aunque sepas que en este paseo "la muerte ocupa todos los bancos".
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