Vecina de Les Corts

El otro barrio

Los jardines de la Maternitat, en el barrio de Les Corts de Barcelona

Los jardines de la Maternitat, en el barrio de Les Corts de Barcelona / periodico

Mar Calpena

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Dos helicópteros, dos, taladraban este sábado por la tarde el cielo sobre Les Corts, un cielo sin la poesía del de Berlín, pero que supongo que permitía que los pilotos de ambas naves vieran sin pagar el Barça-Madrid que se jugaba a puerta cerrada en el Camp Nou mientras me fastidiaban la siesta con su ruido. Como no podía vencerles, decidí ir a pasear a los aledaños del campo. Poca cosa; frente algunos bares medio cerrados algún aficionado con latas de cerveza estaba siendo entrevistados por las teles que habían ido a buscar la misma crónica de color que yo. En las aceras, mossos y policías nacionales con pinta de aburridos, y algunos hinchas que seguían el partido a través de la tablet, que es el nuevo transistor. Dos ambulancias y muchísima seguridad, y algunos turistas despistados haciendo fotos a la nada.

Rodeé el estadio y me metí en el cementerio de Les Corts, un camposanto modernista en el que reposan -muy adecuadamente- Basora, César, Kubala y Manchón, pero también -jejé- el que fuera presidente del RCDE durante doce años, Manuel Méler, así como otros nombres vinculados a la historia de ambos clubs. Hay en él otros ilustres difuntos, como Joan Capri o Agustí Centelles, pero mi vuelta fue rápida: cerraban a las seis, y aunque el lugar no tiene los aires góticos y algo siniestros de, por ejemplo, los mausoleos del Poble Nou, he visto suficientes películas de terror como para saber que mejor no quedarse 'after hours'. Así que me paré a contemplar solo un momento el monumento a los repatriados de ultramar, que la ciudad erigió para enterrar a los soldados caídos estérilmente en Cuba y Filipinas, mientras pensaba en el inevitable 'memento mori' de nuestros días. De repente una voz incorpórea me asustó, pero, banalidad total, ¡anunciaba un cambio en el Barça! Salí a la maltrecha Avenida de Joan XXIII mientras la tarde se encaminaba hacia el ocaso. Al otro lado de la calle, frente a al recinto de los muertos, algún barcelonés estaba comenzando en la Maternitat su vida.