TABLERO CATALÁN

El último tango de ERC

Aragonès enfrenta unos meses decisivos con su liderazgo por construir y la economía en caída libre

Pere Aragonès

Pere Aragonès / DAVID ZORRAKINO (EUROPA PRESS)

Josep Martí Blanch

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Hace apenas un mes, Madrid era el infierno. Desde Catalunya mirábamos con incredulidad el intercambio de golpes bajos entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno. La indómita Isabel Díaz Ayuso se revolvía contra el señalamiento de Pedro Sánchez, que le exigía más mano dura contra el covid-19. A pesar del estado de alarma 'ad hoc' que decretó el Gobierno, la comunidad no cerró bares y restaurantes. En Catalunya sí se les obligó a bajar las persianas días después.

El Govern, que siempre ha querido mostrar anticipación, tomaba la iniciativa para que los contagios no se desbocasen. Aun así, Catalunya está igual, cuando no peor, que Madrid. Eso sí, con bares y restaurantes cerrados, 40.000 empleados nuevamente en situación de erte y muchísimos propietarios tiritando, apuntando al cierre definitivo de sus negocios. Juzgando los resultados, quizás no había para tanto con Ayuso o no debiera haber tan poco para con el resto. A no ser que solo importen los discursos y que la pandemia sea únicamente otro escenario al que trasladar prejuicios ideológicos sin que la realidad cuente para mucho.

Ahora la nueva esperanza se llama toque de queda, bajo el paraguas del estado de alarma generalizado decretado por Pedro SánchezMacron la ha puesto en el mapa utilizando los altavoces de Francia, aunque no fue el primer lugar donde entró en vigor. El resto han visto en la iniciativa un excelente asidero. Proporciona la coartada necesaria para mostrar dureza y determinación en la implantación de medidas -es una medida coercitiva de gran excepcionalidad-, pero al mismo tiempo deriva en un impacto económico mucho menor que otro tipo de iniciativas.

Experimentar con el pueblo

Que, por su parte, el Gobierno catalán haya dejado la puerta abierta -aunque la 'consellera' Alba Vergés se haya esforzado en aclarar que no tiene por qué ser así- a reabrir bares y restaurantes con indicadores epidemiológicos peores que cuando se ordenó cerrarlos, indica hasta qué punto los ejecutivos están experimentando en directo con la población y cruzando los dedos. Saben que hay que hacer cosas, pero no saben exactamente cuáles.

El escenario es endiablado para ERC. Con la presidencia, aunque sea en funciones, de Pere Aragonès, y los departamentos de Salut, Benestar y Educació también bajo manto republicano, la gestión de la pandemia queda, desde el punto de vista de oportunidad y riesgo político, únicamente en sus manos.

Está claro que en JxCat no están dispuestos a hacer prisioneros y ya actúan como si esto no fuese del todo con ellos, aunque media Generalitat sea suya. La narrativa a construir es que Pere Aragonès es más lento, la parálisis por análisis, y no tiene el liderazgo suficiente para las decisiones rápidas y difíciles que sí tomaba Quim Torra, que ejerció desde el primer día el papel de supercampeón del confinamiento.

El factor Oriol Mitjà

En paralelo, si esas decisiones dañan sectores productivos y a la economía en general, cosa inevitable, siempre puede sacarse a escena otra voz que provenga del mismo espacio político que apueste por aligerarlas. Una cosa y la contraria. Véase si no al 'conseller' 'juntero' Ramon Tremosa, que es quien más ha insistido en que restaurantes y bares vuelvan a la actividad una vez en marcha el toque de queda.

Esta estrategia cuenta, como complemento, con el apoyo de ilustres epidemiólogos partidarios de la línea más dura contra el covid-19. Es el caso de Oriol Mitjà, a quien, según él mismo ha confesado, Quim Torra quiso convertir en 'conseller' de la pandemia a través de la fórmula del comisionado (Artur Mas ya la utilizó en el 2015 con Núria Bassols -transparencia- y Carles Viver Pi i Sunyer -transición nacional-). El despecho que le infringieron los republicanos, más cómodos con otros especialistas igualmente ilustres, ha convertido a Mitjà en un azote para los de Oriol Junqueras.

Intentar sacar ventaja política de la pandemia no debería escandalizar, puesto que es una práctica universal. El reparto de cartas ha querido que el candidato de ERC, Pere Aragonès, enfrente unos meses decisivos antes de las elecciones con su liderazgo por construir, con segmentos de población ya muy desgastados y con la economía en caída libre. Es un escenario muy diferente al de marzo, cuando al gobernante le bastaba con pronunciar solemnemente frases del tipo "no nos temblará la mano" y "no puede ponerse la economía por delante de la salud" para ganar enteros y credibilidad. Aragonès se juega mucho en este último tango preelectoral, que no va a ser cómodo bailar. El covid-19, sus socios y una ciudadanía que ahora teme por igual al virus y al bolsillo no van a ponerlo nada fácil.

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